Al vapor de la olla

Volumen Cero

El arte gastronómico. El único que fusiona texturas y olores; sabores y colores; recetas e invenciones; pero también, el único que enlaza a las personas y a las charlas; a la memoria y a la vida. Ismael de León reflexiona a propósito de ello: ¿puede cocinarse también, el amor, al vapor de una olla?

POR Ismael De Léon García
10 septiembre 2018

Al vapor de la olla

Llevo cocinando este pensamiento por un tiempo: la segunda cita es, sin duda, la más difícil.

Claro, la primera es motivo de nerviosismo, pero como no conoces a la persona y aún no estás emocionalmente involucrado, hay poco en juego y mucho de qué hablar. Al tratarse de apenas rascar la superficie personal, es fácil ser ligero y agradable, como un primer platillo –cualquier persona con algo de habilidad conversacional puede entretener a alguien en un inicio–.

Pero la segunda cita es un plato completamente diferente; ya no se trata de primeras impresiones ni de saber mantener un diálogo, sino se trata de sustancia, conocer realmente a la persona, de hacer las cosas un poco más íntimas.

Hace tiempo estuve en ese segundo encuentro con quien ahora es mi novia. Pasé por ella sin tener algo planeado y me propuso llevarla a un lugar que ella consideraba suyo: un café llamado La Reina. Me prometió café de olla –hay algo sobre el piloncillo que me recuerda a mi niñez–. Ella pidió una concha para remojarla en la taza «la mejor parte son las virutas que se quedan en la leche para después tomarla», dijo.

Tan solo minutos después de la llegada de nuestra comida, nos encontrábamos en una platica dos personas que querían indagar sobre sus vidas personales y no sabían muy bien por dónde empezar. Algo sobre la concha y esos cafés – uno lleno de migajas- nos hizo sentir en casa, nos dio confort. De una manera muy natural, mi novia ya se encontraba platicándome sobre sus costumbres, y yo de las mías. De pronto estábamos hablando sobre qué nos gustaba y nuestra familia, dándonos a entender de qué estábamos hechos. Ultimadamente, esa comida fue el vínculo entre nuestros recuerdos e historias; y por supuesto, de memorias venideras, hechas al vapor de la olla.

La comida no solo representa una fuente de energía o de sustento para nosotros, sino va más allá. Es la pieza central de las reuniones, es el pegamento que une a las personas, es la máquina del tiempo que nos transporta a la infancia. Sea lo que sea, la situación en la que te encuentras se ve mejorada cada vez que ese pedazo de comida toca tus labios, ese olor que hace casa.

Soy de la idea que no existe conexión más directa con la nostalgia que a través de la comida. La experiencia de comer no solo se queda en lo servido porque, de serlo así, sería aburrido. Por eso mismo no nos estaremos refiriendo a la comida como únicamente un conjunto de ingredientes, sino también como un tipo de arte, un medio de expresión, una forma en la que el Chef provoca sentimientos y trae recuerdos. Es un tema completo y personal, una historia digna de volverse a cocinar para ser compartida una y otra vez.

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