Arteficial

Volumen Cero

El arte ha sido el único medio de expresión exclusivo a nuestra especie. La cultura y el arte se mueven a nuestros ritmos. Bien podríamos asegurar que el humano ha sido el único capaz de concebir al arte; y la cultura artística avanza con nosotros. Pero ahora, en el mundo de las tecnologías, de las mentes cibernéticas, esto ya no es una certeza. María José Gutiérrez nos comparte una escalofriante pregunta: la capacidad de crear una obra de arte, ¿podría provenir de inteligencia artificial?

POR María José Gutiérrez Rodríguez
11 septiembre 2018

Arteficial

Querido lector, tengo una discusión que compartirte, y para hacerlo, recurriré a definiciones de diccionario. Según la Real Academia Española, la palabra arte tiene nueve definiciones diferentes. Para efectos de este artículo (y arbitrariamente), me gustaría quedarme con dos, las primeras dos:

  1. Capacidad, habilidad para hacer algo;
  2. Manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros.

La primera definición se refiere a la técnica y al producto obtenido, la segunda se refiere a la expresión humana.

Pensamos en el ‘arte’ de pintar, y la pintura como obra de ‘arte’. Con esto me gustaría plasmar la primera idea: es difícil limitar conceptualmente la palabra. El arte es algo complejo, pero puede ser ridículamente simple; puede ser sumamente estricto, y a la vez fluir con naturaleza; ser flexible al contexto.

Ahora bien, esta técnica y forma de expresión es una de las características que distingue a la raza humana de los demás seres vivos, ya que no hay otro ser vivo que cuente con capacidad de crear arte como una persona. Los humanos, como especie, tenemos una extraña –y bella– necesidad de expresar y acoger expresiones de otros. Los museos son el mejor ejemplo: contienen un conjunto de objetos inanimados, y miles de personas año tras año acuden a apreciarlos, cada individuo a su manera. Esta capacidad de crear era una de las características que, hasta ahora, nos hacía únicos.

Antes de continuar, permíteme hacer una pequeña reflexión: desde la antigüedad, las costumbres, creencias, comodidades, estilo de vida y demás, han evolucionado conforme la humanidad ha progresado en sus conocimientos. Por su lado, las artes han evolucionado a la par: se han creado nuevas formas de arte y se han revolucionado las tradicionales. Dígase la fotografía en oposición a la pintura; el cine en oposición al teatro; incluso los programas de televisión en oposición a la literatura.

La tecnología también ha logrado desarrollar y amplificar el alcance del arte: la facilidad de la imprenta permite replicar tu pintura favorita; la electricidad trajo un mundo de sonidos nuevos a la música. (Basta pensar en tu solo favorito de guitarra: podría apostar que se trata del dulce sonido de la guitarra eléctrica).

Sin embargo, actualmente se presenta un fenómeno distinto. El avance tecnológico no solamente brinda más y mejores herramientas para que el humano pueda crear; sino que puede crear por sí mismo. Esto es, actualmente existe un programa de inteligencia artificial que puede crear arte por sí mismo, sin la necesidad de intervención humana.

Rutgers University, Facebook y College of Charleston desarrollaron el programa Generative Adversarial Networks (GAN) y Creative Adversarial Networks (CAN). El GAN, puede imitar al arte humano, pero el CAN es la gran revolución, ya que puede crear piezas de pintura totalmente nuevas.

Podríamos discutir las diferentes bellas artes, pero me gustaría mantenerme enfocada en la pintura.

De esta manera, al comparar pinturas de la feria de arte Art Basel del año 2016 con las piezas creadas por el CAN, los espectadores no logran distinguir entre ambas. Eso se debe a que, el CAN logra balancear cinco variables diferentes: novedad, sorpresa, complejidad, ambigüedad y desconcierto. Variables que se escogieron con base en la teoría desarrollada por D.E. Berlyne (1924-1976), estudioso de la estética. El balance de estas variables hace a la pieza lo suficientemente interesante para atrapar al espectador. Así, si la pieza tiene niveles demasiado elevados, será desagradable, pero si son muy bajos, será aburrida.

Sin duda el CAN es un gran avance tecnológico, puede crear arte de la altura de los mejores artistas contemporáneos. Pero, para mí, esto genera una infinidad de preguntas, la más relevante tal vez sea ¿es realmente arte? Sin duda el CAN tiene la capacidad para hacer una pintura, pero no es una expresión humana. Es aquí donde las dos definiciones se contraponen.

Entonces, un primer punto a considerar: es posible definir arte como técnica o como expresión, por lo que, por definición, ambas creaciones – la humana y la artificial- son arte. En ambos casos se llega a un resultado satisfactorio. Es decir, el CAN cuenta con la capacidad de crear una pintura que satisfaga al observador humano, pero ¿puede transmitir un mensaje a través de sus obras, como lo hace el artista?

Para resolver esta segunda pregunta hay tres elementos que tomar en cuenta: el artista, la obra, y el espectador; cada uno con un papel particularmente valioso. El artista es quien crea la obra, ésta es el medio y el espectador es quien la aprecia. Bastante simple: si no hay algún espectador, la obra difícilmente tendrá valor. Es decir, si Leonardo Da Vinci pinta la Mona Lisa, pero no existe alguna otra persona en el planeta que la pueda apreciar, difícilmente tendrá el valor que se le da en la actualidad. Por el otro lado, ¿qué pasa si quien crea la obra no es un humano?, ¿devalúa esto la experiencia del espectador? ¿expulsa del mundo del ‘arte’ a la obra? ¿Qué pasa cuando la obra no tiene un mensaje que transmitir, no existe un proceso reflexivo detrás, tan sólo la capacidad de crear?

Este tercer factor, he encontrado, es lo que provoca en un primer momento el rechazo hacia el arte artificial. Esta idea, que la he discutido con quien sea tan desafortunado de cruzarse en mi camino, parece ser intrínseca al concepto de arte. La idea de que el artista intentará comunicar algún mensaje a espectador, usando como medio su pintura. Sin embargo, no pensamos que cuando el espectador no logra descifrar el mensaje, o lo malinterpreta, significa que la pieza pierde su calidad de arte. De nuevo al ejemplo de la Mona Lisa.

Si para mí no tiene valor, no significa que para el siguiente espectador no lo tenga. Difícilmente encontraremos una pintura que transmita un mismo mensaje o evoque un solo sentimiento en cada una de las personas del planeta. Además, no podemos soslayar que hay arte que simplemente atiende a la estética. Esto no le resta su calidad artística. Podría decirse que, si el arte creado por el CAN logra evocar alguna emoción en el espectador, está transmitiendo un mensaje, sea o no la intención por este nuevo artista artificial, o bien, si tiene los suficientes elementos estéticos para atrapar al espectador, entonces debe ser considerado como arte.

Hablemos ahora de la obra en sí. No hay que olvidar que está dentro de los parámetros del arte: cuenta con la técnica y el estilo, así como con las variables mencionadas anteriormente. Tan es así que, como se comprobó en un estudio realizado por Rutgers University, Facebook y College of Charleston, una persona no podría distinguir entre una pieza de arte artificial y una de arte humana. Es más, el arte artificial puede resultar agradable para el espectador. Entonces, por un lado, si se descalifica a esta obra artificial de la categoría del arte, de cierta manera se devalúa la experiencia de aquél a quien sí satisfizo. Por el otro lado, al incluir esta obra dentro de la categoría de arte, pierde la reflexión intrínseca, más aun, perdemos como especie esta capacidad única. Seremos el único ser vivo que puede apreciar arte, más ya no somos los únicos en el planeta capacitados para crearlo.

Como lo mencioné, me he encargado de discutir el tema con más de una persona, siempre llegando a la misma conclusión: al arte artificial le hace falta ese “no sé qué”. Romper con el paradigma de que el artista debe ser humano, sin importar el resultado (obra) o la experiencia (espectador), parece no tener otra explicación además de que de lo contrario y por alguna extraña razón, nos desilusiona.

Las imágenes que acompañan este artículo son tanto obras humanas y obras del CAN. Te invito a intentar diferenciar unas de las otras, y a preguntarnos ¿es el proceso o el producto? ¿realmente necesitamos que el arte sea humano?

Fuentes:

  1. Elgammal, Ahmen, Lui, Bingchen, et al, CAN: Creative Adversarial Networks Generating “Art” by Learning About Styles and Deviating from Style Norms”, Department of Computer Science, Rutgers University, Facebook AI Research & Department of Art History, College of Charleston, Estado Unidos de América, 23 de junio de 2017.
  2. Art Basel, en: https://www.artbasel.com/about
  3. Real Academia Española, “arte”, en: http://dle.rae.es/?id=3q9w3lk

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