¿Sentimos ahora cómo sentían nuestros ancestros?
Sentir
Los ancestros Mayas consideraban al humano como un ser espiritual experimentando la vida. En el Tzolkin —o calendario sagrado maya—, los humanos estamos representados con el glifo “EB”, la estabilidad y armonía completa. Para su cultura éramos seres gobernados por la Tierra y regidos por el chakra del corazón. Teníamos percepción de la presencia de dios y, por tanto, una relación muy estrecha con él. Vivíamos por el cuerpo emocional y operábamos a partir del mundo psíquico. Tierra y cuerpo; espíritu y psique: nuestras sensaciones se guiaban por lo que sentimos en el alma, en nuestro chakra, no solo por lo tangible. Sentíamos, más que otra cosa.
Sentir. ¿Todavía sentimos? Como sociedad coexistimos; y esta coexistencia determina entonces lo que es correcto o incorrecto, nos acostumbra a hacer todo en el modo en el que lo hace la mayoría; ignoramos por completo nuestros presentimientos porque no nos damos la oportunidad de sentirnos. Eso significa permitirnos recibir la armonía natural sin tabúes, sin entrar en conflictos morales.
Percibimos sólo aquello que nuestra sociedad nos permite sentir, y esto, es solo un pequeño porcentaje de la extensa diversidad de estímulos que tenemos a nuestro alrededor; tangibles y abstractos. Pero quiero entender si el motivo es por falta de evolución sensorial o solo una negación humana e incorpórea a dejarnos sentir lo que percibimos por medio del tacto, del sonido, del gusto, del olfato y de lo que observamos.
Sentir. Eso significa permitirnos recibir los estímulos sin tabúes, sin entrar en conflictos morales donde en base, y sólo en base a lo que la mayoría piensa, determinamos entonces lo que es correcto o incorrecto, en donde nos acostumbramos a hacerlo en el modo en el que lo hace la mayoría, en donde nuestros presentimientos los ignoramos por completo porque no nos damos la oportunidad de sentirnos.
Así, más que fluir con el sentimiento, reaccionamos. Reaccionar es nuestra respuesta a sentir, entonces automática, pero si muchos nos planteamos ser distintos, ¿por qué reaccionamos igual? ¿Será porque nos hemos encerrado en un sistema social en el que hemos olvidado lo que cada uno muestra con su esencia (essentia.lat), lo que nos vuelve invariables y permanentes; lo que cada quien puede aportar a los demás?
Hoy me pregunto si nuestras acciones son respuesta de lo que somos o de lo que aprendemos con el tiempo. Dejarnos ser sin tabúes nos da una mayor apertura sensorial con la que podemos ser esencia; una esencia que opina, crea, aporta, se expresa, baila, ríe, canta…siente y experimenta la vida.
La ciudad blanca: Mérida, Yucatán
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