Un poema de Eduardo Taylor.
Herencia
Llevo una roca en la espalda
su peso aprieta mis huesos,
aprieta rodillas y ojos y tiempo.
Papá me dijo
“Aquí está”
…y aquí está
descansando de un lado a otro
todo el verano
su piel espuma anclada a mi cadera
a la de mi esposa, a la de mis hijos.
Con la primavera vienen los cinceles
que atacan su cuerpo;
le brota un brazo y luego otro,
y luego una pierna contra mi riñón,
su espalda contra la mía
la siento formarse todos los días;
las venas y dientes y lunares,
un hijo en su vientre con mi apellido
mi sombra en sus ojos blancos.
Pero en otoño se va y el frío me invade,
lloro primero de alegría
y luego de soledad.
Mis piernas enflacan y llego antes a todas partes,
la extraño todo el tiempo,
hasta que, por fin,
en invierno,
regresa su incómoda calidez oceánica
más grande que antes
y en el dolor de su peso
soy feliz.
¿Es posible morir de tristeza?: la complejidad de la empatía humana en «las ruinas de la memoria»
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