Una prosa de terrores y otros malos olores.
Mejores Terrores
Los motivos ulteriores para nada son amores mediadores. Fíjate: aun siendo intercesores, arropándose en suaves “para-los-dos-esto-es-lo-mejor”es, terminan heladores. Hiladores de supuestos matadores, como “fue mi falta de dinero y atesores” o “mis quejas bien constantes y clamores”, un “tal vez esos regaños mamadores”. Qué dolores. Confirmarme insuficiente, viejas flores. En fin, qué fácil comprender esos horrores cuando son lo que son en vez de hedores, indicios de escondites interiores, “una-cosa-por-otra”s cobardones. Sí, quisiéramos las cosas de frente, dolor al dente, llorar bien fuerte, en vez de unas excusas evidentes que solapan invidente al que nos miente. “Fui yo, yo demente”. “Yo que nunca te quise lo suficiente”. “Yo, partera de asesinos ingredientes”. Sí, sí, “¡qué demente!”, deja te sirvo más cloro con solvente. Como si terminar la relación fuera misterio pendiente, abducción talente, culto furiente y no tú, rehuyente. ¡Qué ganas de ver un aparecido, consuelo en ser raptado y maldecido, el suave abrir de daga en mi intestino!, o no sé, la verdad. Desde aquí, en claro bosquecino, sigo sin entender tus caminos, tus flores marchitadas en mi tumba y la fuerte rumba de negra penumbra cuando todas tus voces, “gracias, disculpa” creen que explican abandonos y rupturas. ¿Y qué hice mal entonces? Me derrumbas. ¿Por qué dices que yo no tengo la culpa? Rasco la tierra para que sucumba, grito, pero solo el silencio zumba. Alumbra. Quién sabe. Igual y piensas que me estabas dando ratos protectores, echarte la culpa, comerte las flores. Prefiero la sangre, la muerte, los dones; cualquier homicidio a las sinrazones, tus testamentos heredadores, absolvedores… estafadores. Nunca revelaste tus motivos ulteriores.
Sinceramente, hay mejores terrores.
Ninguna barba es bonita si la miras con detalle
¿Qué efectos trae el readymade a la cultura?
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