El 2019 solo cuenta si se recuerda en lecturas

Volumen Veinte20

Para el Volumen Veinte20, Dina Tunesi recuerda 20 de sus lecturas que marcaron su 2019. Dicen que recordar es volver a vivir, ¿qué dirán de recomendar?

POR Dina B. Tunesi
6 enero 2020

El 2019 solo cuenta si se recuerda en lecturas

Los libros llegan de formas misteriosas a nuestra vida.

Nunca entendí ese fenómeno en que los libros se presentan sólo porque sí, como si tuvieran voluntad propia y un día decidieran simplemente aparecer en tu librero, aún empaquetados y llenos de expectativa para ser leídos. A pesar de no ser una ávida lectora de novelas o cuentos, me di a la tarea de extender un poco más la lista de estos géneros. De cualquier forma fracasé bastante feo: sólo logré leer tres novelas, una novela corta y un libro de cuentos y relatos. El resto es poesía.

Tuve una maestra que decía que lo más importante de la poesía era lo multívoca que resulta para los lectores: mientras que una novela o un cuento tiene un solo camino y es más anecdótico, el poema tiene distintas lecturas. La más evidente, y por lo cual se apunta al poema como multívoco, es el impacto que tiene en el lector en distintos momentos de su vida. Un poema puede decirlo mucho a los quince años, pero no mucho a los veinticinco, y viceversa.

Después de reflexionarlo largo rato me di cuenta de que funciona igual con los libros. Si bien, aunque las novelas y cuentos relaten una historia en particular si los lees en cierto momento de tu vida y los relees más adelante, la atención en distintos segmentos será redirigida.

Inicié el 2019 con un libro excepcional que marcó la pauta de mis lecturas por el resto del año…

1.Kaleidoscopio insomne, Isabel Fraire

Un libro publicado por el Fondo de Cultura Económica, a un precio muy accesible, que reúne la obra completa de esta poeta. Y es que hay algo de mágico en los poemas que a veces pareciera que nos hablan directamente. Es esa capacidad humana que tienen los versos de conectar con cualquier lector: ese aferro que tienen los poetas por cantar las hazañas cotidianas.

Lo interesante de este libro que reúne toda su obra poética es apreciar la madurez poética de Fraire. Mientras que en los primeros libros pareciera una poeta ingenua, en los últimos desdobla una capacidad intacta con la cual maneja la pausa y el suspiro; la lectura en voz alta es esencial para comprender este libro. Sin los espaciados que dan aire al poema, en realidad no existiría poema.

2. Temporada de huracanes, Fernanda Melchor

Poco me gusta hablar de grandes libros por temor a no decir suficiente, o tal vez demasiado, pero me atreveré a escribir sobre Temporada de huracanes.

Seguramente has escuchado hablar de Fernanda Melchor: ser apuntada como una de las mejores novelistas a nivel nacional. Pues bien, seguramente no seré la primera o la última persona que la recomiende.

En esta novela se recrea todo un escenario alrededor de la muerte de una bruja de un pueblo. Cada capítulo está dedicado a algún personaje que, de alguna forma, tenía conexión con ella.

Desde el manejo de la narrativa, las voces, el desarrollo de personajes, la ambientación, las líneas temporales con las que juega, hasta la aparente forma de divagar pero al fin terminar por apuntar justo donde quiere, Temporada de huracanes es un libro que se presenta como auténtico y, me gustaría decir “delicioso” pero no puedo pensarlo así por muchos pasajes de la novela; pero si puedo asegurar que se podrá saborear, ver, olfatear, tocar y oír.

3. Loba, Orfa Alarcón

Una novela juvenil que cuenta la historia de la hija de un político de Nuevo León. La loba termina huyendo a Ciudad de México con la esperanza de averiguar sobre su familia. A mi parecer la novela está dividida en dos segmentos bien claros: Nuevo León y Ciudad de México. En el primer segmento la técnica narrativa que opta Alarcón es pesada, llena de recuerdos. Pareciera que todo está flotando alrededor y las anécdotas son predominantes a las acciones. La vida pasa lenta por debajo de la cama de la Loba. Si este segmento tuviera un color sería teñido de grises y sepias.

Cuando llega a Ciudad de México es como un andar en carretera: todo pasa junto a ella a altas velocidades a veces ni siquiera se alcanza a distinguir forma y los colores salpican las páginas. Pero también sucede que no hay ningún paradero o gasolinera en la cual descansar. Las acciones predominan.

4. Retrovisor, Luis Panini

El libro que cierra mi 2019. Una colección de cuentos y relatos seleccionados por Jaime Mesa. Muchas veces he pensado cómo podría definir los cuentos de Panini en algunas palabras. Sigo buscándolas pero me atrevo a sugerir algunas tentativas: lo grotescamente gracioso de la cultura popular.

Lo absurdo pareciera completamente normal y asusta saber que son cosas que verdaderamente existen. Una situación cruda mezclada con un desorden alimenticio pareciera absurdo y exagerado; en realidad no lo es.

5. Reedición de Antígona González, Sara Uribe

Cuando leí en línea en libro de Antígona González pensé que era una lástima que no pudiera tenerlo en físico. Hasta el día de hoy ha sido mi libro favorito de poesía. En muchas ocasiones he platicado con personas de distintas edades y todos reconocen que la técnica collage en este libro es ingeniosa y además el tema y la forma en que se trata es bastante pertinente. No se necesita ser mexicano para entender una pérdida ni siquiera para entender el contexto en el que fue escrito. Todo el mundo habló sobre la guerra contra el narcotráfico.

En la figura mitológica de Antígona, Uribe encuentra un apoyo para desarrollar un personaje que busca el cuerpo de su hermano Tadeo a través y contra la lucha del narcotráfico. Es un libro que me desgarra cada vez que lo leo.

Cooperativa Editorial hizo la rendición impresa de este libro y es posible conseguirlo en ferias del libro con Sexto Piso, Analfabeta o Impronta, así como en la plataforma de Amazon. Es un libro que siempre recomiendo no importa qué clase de lector seas.

6. Óxido silvestre, Jesús de la Garza

Las vanguardias son una parte esencial para descubrirte como creador del siglo XXI. Son un periodo del cual todos somos hijos en la actualidad. El libro de Óxido Silvestre es la prueba de ello. Su título proviene de al reflexión de cómo han envejecido las vanguardias y se han tornado una especie de óxido.

Este libro en particular me gusta por la síntesis que hace de arte y poesía. Tiene muchas referencias a pinturas y autores del siglo XX.

7. Muchachos que no besan en la boca, Luis Aguilar

Cuando leí este libro me hizo pensar mucho en mi verano: conocí mucha gente de la cual me enamoré y al mismo tiempo fueron eventos muy pasajeros. A pesar de que Muchachos que no besan en la boca habla acerca de la prostitución en Cuba como lectores podemos encontrar versos que nos parecen desgarradoramente cercanos:

en ese desprenderse sin dolor de los extraños
que al pasar
han ido amándolos

8. Expediente X.V., Cristian Peña

La muerte de Xaviera Villaurrutia sigue siendo un evento rodeado por enigmas y secretos sin resolver. ¿Fue un infarto? ¿Una angina en el pecho? ¿Suicidio? Incluso en el libro de Peña las dudas deambulan entre los poemas que escribe un investigador fascinado por la muerte de Villaurrutia.

Los eventos, escenarios y personajes involucrados al escritor, terminan por mezclar la investigación con el detective y el caso se vuelve demasiado cercano a él.

9. Un montón de escritura para nada, Sara Uribe

Una mirada bastante particular de Uribe con respecto a la literatura femenina; una especie de manual de cómo no escribir desde la tradición masculina, una voz de protesta que señala las adversidades a las que se enfrenta una mujer escritora del siglo XXI.

El formato del libro de por sí es peculiar, el contenido más. Algo que he notado en varios libros de Sara Uribe es que gusta de citar distintas voces para que lleguen a culminar en sus versos, hilados a su voz poética, la cual, a propósito en esta entrega, cambia el “yo lírico” por “la enunciante”. Uribe dice que así corta cualquier forma de una voz poética a través de la cual pueda escribir para más bien enunciar por sí misma, a través de la misma Sara Uribe. Por lo tanto, cualquier verso que leamos en este libro es más cercano a ser autorreferencial.

10. Balón de oro, Julio Mejía III

Si algo me queda claro, en lo que lleva transcurrida mi vida, es que no sé absolutamente nada de fútbol: me atrevo a decir frente a mis amigos cercanos que me parece ridículo que corran detrás de un balón y la gente se emocione tanto. Balón de Oro es un libro con el cual pensé que no tendría alguna cercanía, ya que el eje central del poemario es el fútbol. Pero la primera vez que escuché hablar al autor de su libro (y debo aclarar que fue antes de leerlo) dijo que la intención era buscar un paralelismo entre la poesía y lo más popular en lo que pudiéramos pensar. Me di cuenta que era válido darle una oportunidad porque si tanta gente está comprometida con el deporte, y se apasiona tanto, bueno, debe ser por algo a final de cuentas.

Me sorprendí al cerrar el libro en la última página porque jamás creí que se pudiera construir ese puente del que tanto hablan acerca de este libro: un puente que conecte al lector ávido de poesía y al fanático de fútbol.

11. The waiting, Usha Akella (traducción de Elsa Cross)

En la FIL Guadalajara del 2019 el país invitado fue India. Se hizo una lectura en el bar Patán de Mantis Editores; el título presentado fue The waiting de Usha Akella. Una colección de poemas místicos que tienen un diálogo directo del “yo poético” con la divinidad. Hay versos en los que el lenguaje no alcanza el amor y lo ambigua que es esta figura espiritual a la que reza con tanto fervor; es una experiencia poética que sale de las manos.

Pero al ser un diálogo entre alumna y maestro, es lógico que la ira y sentimiento de abandono se haga presente. ¿Cómo amar algo que no es tangible? La desesperación inunda los versos de Usha Akella en un reclamo constante que termina por ser un constante estira y jala.

12. Tigre callado escribe poesía, Monique Zepeda

Por casualidad, reacomodando libros en la biblioteca de mi servicio social, el título Tigre callado escribe poesía, un libro de poesía infantil. Lo que siempre temí de la poesía infantil era que fuera rimada. Sin embargo Monique Zepeda alumbra con honesta inocencia de niño todo aquello que a nosotros nos parece completamente normal: el sol, las nubes, la luna incluso el amor son puestos frente a nuestros ojos de una manera tan sencilla que jamás pudiéramos recobrar sin antes leer estos pequeños pasajes.

Es poco lo que recuerdo de este libro: nunca volví a encontrarlo. Ni siquiera al siguiente día después de buscarlo justo donde lo acomodé. Pregunté a mis coordinadoras pero ninguna sabía de qué título hablaba, o de dónde podría encontrarlo. Hasta la fecha sigo buscándolo y todos los días pienso que es un libro que todos necesitamos leer porque recuerdo que tuvo un impacto muy fuerte en mí.

13. La amortajada, María Luisa Bombal

La muerte siempre es un misterio; se ha hablado tanto de ella y parece no tener fin porque es algo que está fuera de nuestra comprensión. Tantas miradas culturales, sociales, individuales parecen suficientes para encapsular este paso que tenemos asegurado desde que nacemos. María Luisa Bombal narra la historia de una mujer que muere y es visitada por diferentes personas que figuraron en su vida y a través de todos ellos se cuentan sus memorias.

14. Canicular, Carolina Olguín

Lo primero que llamó mi atención de este libro fue que, en su mayoría, está inspirado en el Río Santa Catarina. Un paisaje que puede ser representativo de los contraste de la ciudad de Monterrey: una grieta que lleva por nombre “río” a pesar de que sólo corre agua por él durante las lluvias, mientras que el resto de las semanas se contenta con transportar el calor del sol.

Olguín es una aventurera que no se detuvo de recorrer esta grieta en más de una ocasión y no termina de sorprender el ambiente seco de la flora y fauna que recrea en Canicular de la mano a objetos abandonados, casi a propósito en el lugar, y que, si bien, terminan por formar parte del mini ecosistema.

15. Gasolina, Daniel Espartaco Sánchez

Si alguna vez has estado en un encuentro de escritores probablemente esta novela corta no te resulte nada ajena a tu experiencia ahí. Y si no has estado en uno, te sugiero que leas la novela y te aseguro que te darán muchísimas ganas de entrar en uno. Pareciera como si fueran exageradas las anécdotas y debo confesar que, en efecto, Espartaco inclina la inaudita acción en el clímax de Gasolina. Algunos lectores comentan que podría tratarse de una ocurrencia, otros que es un buen libro. Llegó a mí por una persona completamente ajena a mis experiencias en un encuentro de escritores. Y es que Gasolina sólo puedo recomendarlo así: sin explicar mucho al respecto porque entonces arruinaría la divertida que se pueden meter los lectores.

16. Inspección secundaria, Omar Pimienta

Un tomo que reúne los primeros tres libros de Omar Pimienta. La mayoría de su obra poética se centra en la colonia Libertad de Tijuana. En los versos se recita la vida fronteriza en metáforas crudas. Termina por ser un autorretrato que se construye a través del “sí mismo” y la familia.

17. Un niño albino cruza la calle, Gabriela Cantú Westendarp

De la convocatoria de coediciones CONARTE 2018, Gabriela Cantú nos entrega una antología personal titulada Un niño albino cruza la calle. Aquí se reúne una muestra que ella considera representativa de su carrera como poeta. Si no han leído en alguna ocasión a Cantú, puede ser un buen libro para familiarizarse con sus poemas en verso largo, las metáforas que maneja cercanas a los documentales científicos y su sensibilidad poética frente a lo cotidiano.

18. Sigo escondiéndome detrás de mis ojos, César Cañedo

Hay muchas personas que tienen la creencia, y se dedican al estudio, de nuestra herencia familiar a nivel genético. Sin embargo también heredamos cualidades directas de sus posiciones.

De esta forma Cañedo hace un largo análisis reflexivo en diferentes personas que pertenecen a su familia, y otras situaciones en etapas de crecimiento, su posición en el mundo y lo que lo rodea. Todos hemos estado en su lugar, ¿no?

19. El castillo ambulante, Dianna Wynne Jones

¿Has visto alguna vez la película producida por Studios Ghibli? Si la respuesta es sí, entonces debes leer este libro que inspiró la producción de Miyazaki. Y si no la has visto, o leído este libro, de cualquier forma es un título que leo todos los años y cada vez que lo hago encuentro algo nuevo.

La trama es sencilla: la hermana mayor de tres hijas cae en una maldición de la Bruja del Páramo. Por esa razón va al desierto en busca de su hermana menor, con la esperanza que la instructora de ésta pueda quitarle la maldición. En su viaje se encuentra con un castillo ambulante, un edificio negro de cuatro torretas que parece flotar y andar por el desierto. Es así como termina trabajando para el mago Howl.

20. Una señal del cielo, José Javier Villarreal

Si algo se agradece de la poesía es la sencillez con la cual es cantada. Para José Javier Villarreal la poesía está en gérmenes cotidianos que, si observamos con suficiente atención, podrán susurrarnos los secretos de nuestra existencia que tan desesperados estamos por conocer. Pero la poesía de José Javier demuestra que, a veces, sólo necesitamos esperar una señal, o simplemente seguir andando.

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