El fin de la pandémica noche triste en América Latina

Para Sebastián Irigoyen, el COVID-19 convoca un punto de inflexión con respecto a la metástasis neoliberal, y demanda la adopción de mecanismos eficaces y estratégicos para blindar aquellos estratos poblacionales más sensibles. ¿Qué sigue para América Latina? En #PuntoDeInflexión lo analizamos.

POR Sebastián Irigoyen
30 marzo 2020

El fin de la pandémica noche triste en América Latina

«Lo que es natural es el germen. El resto, la salud, la integridad, la pureza, si se quiere, es un efecto de la voluntad y una voluntad que no debe detenerse nunca», enunció el premio nobel de literatura, Albert Camus, en una de las más célebres novelas del siglo XX: La Peste, escrita en 1947.  Un vívido pasaje que hoy convoca, desde la literatura, recuperar y reagrupar el sentido colectivo y táctico en nuestra estructura política y económica, necesario para afrontar “nuestra peste” del siglo XXI.

El historiador, Eric Hobsbawm, precisaba que, fue en la acción colectiva, y no en la exaltación del beneficio individual, lo que permitió superar las tragedias y edificar los hitos históricos de la humanidad. Sin embargo, dentro de la fase pandémica que hoy nos irrumpe, se descubren otros malestares sociales encubiertos en la política económica del libre mercado (preponderante desde finales del siglo XX y que minó un proyecto social hacia el desarrollo inclusivo). La evidencia aparece desde todos sus matices (empírica y superficial) mostrando un daño casi irreparable en el tejido y derechos sociales, que, de manera silenciosa, tras tres decenios trascurridos, hoy potencializan la mortalidad del COVID-19.

Los hechos europeos incomodan el devenir del presente latinoamericano, pero estos son fruto de fracasos sistémicos de políticas salud en los últimos años, según lo expresa Jean-Dominique Michel en su artículo «En guerre ?! Non, complètement dépassés», quien al tomar en consideración los datos de las víctimas del virus, comenta que este resultó mortal únicamente para las personas que sufrieron patologías crónicas, prevenibles en un 80%. Además, resalta que la fragilidad de la población se explica de manera agregada por factores de riesgo taciturnos de largo plazo y acumulados en el tiempo: desde un claro desorden alimenticio como en la precarización de las condiciones laborales subsistidas en los últimos dos decenios. Según cifras oficiales de la Unión Europea, el 99% de las víctimas en Italia (entre las primeras 2.500 muertes) contaban con una a tres enfermedades crónicas, con tasas de 75% de hipertensión, 35% de diabetes, 30% de enfermedades cardiovasculares.

Los reflectores estadísticos y mediáticos que se centran en los contagios, relucen de manera involuntaria una suerte de metástasis institucional y económica en diversas latitudes geográficas (tanto de países desarrollados como en vías de desarrollo). Luego de su trayecto en Asia y Europa, actualmente la incertidumbre se aglutina concretamente en América Latina, en donde, el experimento neoliberal, ha degradado con mayor violencia las condiciones de la economía real como las situaciones materiales de existencia, entre ellas, la oferta sanitaria y las condiciones de trabajo. Hoy la capacidad de acción de los gobiernos es parte de un relato de salud pública y laboral heterogéneo, inseguro e inexacto en donde se aglutina la informalidad y la precariedad, sinónimo de un proceso de desmembramiento de derechos codificados bajo una lógica función al capital.

Podemos sintetizar al neoliberalismo latinoamericano en dos momentos que revelan la degradación de nuestro capital humano: el sistema de salud, el cual vivió un proceso de mutación social, pasando de ser un derecho universal a ser un privilegio de castas, mientras que los derechos laborales, en informes de la Organización Internacional del Trabajo, narran una particular tragedia, en donde el ochenta por ciento de nuevos empleos, ofertados por las transnacionales, en su mayoría, fueron y son sin ninguna protección legal. Ante tal panorama poco próspero de nuestra región, el escritor Eduardo Galeano acentuaría que: «la estabilidad laboral y los demás derechos de los trabajadores, ¿serán de aquí a poco un tema para arqueólogos? ¿No más que recuerdos de una especie extinguida?»

Un sistema basado en el fundamentalismo del libre mercado, factor primario en propagar los niveles de pobreza en una escala multidimensional en las recientes décadas, afronta hoy una emergencia sanitaria que depreda a los grupos más vulnerables en cuanto a su nivel de ingreso. Hoy nuevas narrativas y acciones sistémicas son requerida para hacerle frente a una emergencia sanitaria en conjunto; en donde es obligatoria una recomposición teórica y práctica hacia nuevos sentidos comunes en la región, en donde el desarrollo humano sea el centro de las políticas públicas y no el capital especulativo.

Sobre el momento que vive la actual representación política en la región cuesta trabajo distinguir una sola tonalidad ideológica, si bien se han vuelto a gestar escenas progresistas, el continente aún padece brotes de extrema derecha y de grave represión y persecución social promovidos artificialmente desde el marketing político. En un breve diagnóstico identificamos a una América Latina enferma de pobreza y amordazada por la especulación financiera, a una América Latina dominada por las élites, a una América Latina en donde se preserva un capitalismo anacrónico y depredador de la naturaleza como del ser humano. Encontramos a una América Latina que sigue siendo víctima de un poder dominante que idolatra al mercado por encima de las necesidades básica del 99% de la población.

Por otra parte, desde los cimientos de la sociedad civil organizada, la transformación social está viva en una naciente voluntad comunitaria que se encarna en una conciencia crítica y solidaria, sintetizada  por ejemplo, en la fuerza feminista, como los movimientos que alzan la voz para la protección del medio ambiente. Hoy el mensaje es claro: la sociedad latinoamericana no está conforme con la desigualdad y evidentemente las aspiraciones sociales comienzan a romper las distancias con el proyecto de las decisiones estatales en favor al privilegio, al 1%, a lo singular, a los apellidos y no al esfuerzo, tal y como lo relataría René Ramírez en «La gran transición en busca de nuevos sentidos comunes».

El COVID-19 convoca un punto de inflexión con respecto a la metástasis neoliberal, y demanda la adopción de mecanismos eficaces y estratégicos para blindar aquellos estratos poblacionales más sensibles.  Por su parte, el ejemplo de las acciones recientes de China ilustra el uso adecuado del conocimiento, la ciencia, la tecnología con fines comunes para frenar las fatalidades, quienes priorizaron las medidas de detección, previo al confinamiento, en donde además sumaron del uso de la inteligencia artificial como instrumento para regular la movilidad de las personas con el fin de detectar los posibles focos de infección desde la utilización del GPS en el movimiento de las personas que presentaban síntomas de infección. Por otro lado, en el caso de Francia se destinaron acciones de gasto social con el fin de fortalecer el ingreso de las familias que están en paro técnico y así evitar una repercusión generalizada luego del freno de la actividad económica. Lo prioritario en nuestra región se esclarece en el apoyo hacia los pobres, los más frágiles, los despojados, los olvidados en la larga y triste noche neoliberal.

En América Latina ¿habrá espacio para internacionalizar la lucha por la dignidad a la salud y el trabajo como ejes prioritarios dela economía y romper la obediencia hacia la especulación financiera?

***

Referencias

 

Camus, Albert, “La Peste”, Edit. Gallimard. 2016

Hobsbawm, Eric, Historia del Siglo XX, 1999 Edit. Crítica

Galeano, Eduardo  Bocas del Tiempo, Editorial Siglo XXI 2016

Ramírez, René. (2019). La gran transición. En busca de nuevos sentidos comunes.

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