Este ensayo no es un meme

Volumen Diez

Mariana Ortiz ensaya sobre el meme: nos dice que es un recurso del lenguaje: hablar en meme lo podemos hacer todxs: tú, yo, el jefe, mi abuela. Si se piensa bien, es un atajo; pero no todos los atajos acortan el camino de la comunicación, los memes requieren de la instantaneidad, de la viralización o de algunos likes para poder funcionar. Si eso no está dado, algo se rompe.

POR Mariana Ortiz Joachin
1 septiembre 2020

Este ensayo no es un meme

Un meme puede ser ensayo, una crítica, explicación o una descripción. No todo es un meme, pero todo puede convertirse en uno. Un texto, corto o largo, escrito en tipografía especial: comic sans, courier new, impact, deviene meme. Escenas de Bob Esponja, de Los Simpson o de cualquier película de Walt Disney, devienen meme. Un perrito shiba inu o un gato enojado pueden ser un meme. También puede hacerse uno o varios o todos los memes de la cara de desconcierto de una niña pequeña.

Su poencial iconográfico depende, en gran medida, del ingenio o su carencia de quien lo emite, pero no hay autorxs cuando se habla de memes. No importa la calidad o la cantidad de pixeles que se logren divisar. El internet es un país y como ahí no existen las fronteras, los memes habitan de un lado a otro, haciendo comunidad, necesitando de la réplica, de la conversación y el debate, volviendo inevitable el meme del meme. El meme lo nota todo y habla de todo.

Aún con el trauma atravesado en la garganta, cualquier trauma no importa cuándo leas esto, los memes abundan como abunda el peligro. Imágenes artesanales que ensayan sobre los temblores en la CDMX, que critican en lo que nos convertimos cuando nos gusta otra persona; otras tantas que explican las diferencias entre el ayer y el hoy, o que describen lo que hubiéramos sido si existieran menos columnas de opinión y más editorxs.

Se discrimina en los memes, pero ellos siempre respetan los límites de la luminosidad. No puede haber un meme oscuro o que no sea parte de la cultura pop. El meme nunca experimenta, no puede ser arte contemporáneo porque siempre será el lugar cómodo al cual regresar. Así, es posible ubicar los anti-memes que circulan por ahí: las creaciones de Pedro Poitevin, poeta experimental y doctor en lógica matemática, son quizá los más grandes anti-memes que conozco.

El meme es artificial, aunque también se da de forma natural, sin buscar ser un meme. Hay memes que estuvieron ahí antes de que aprendiéramos a nombrarlos: piensen refranes, dichos o cartulinas fosforescentes que abundan en la ciudad del caos, anuncios inocentes esperando que alguien las note, las capture y, por unos likes, señale ese destello de meme.

Es un recurso del lenguaje, hablar en meme lo podemos hacer todxs: tú, yo, el jefe, mi abuela. Si se piensa bien, es un atajo; pero no todos los atajos acortan el camino de la comunicación, los memes requieren de la instantaneidad, de la viralización o de algunos likes para poder funcionar. Si eso no está dado, algo se rompe.

Un meme es también para crear comunidad, mientras más grande sea esa comunidad el meme es mejor. Pero también hay memes que se crean tan sólo para unos cuantos. Y es que algo se tiene que formar en la mente del emisor y del receptor para exista la reafirmación del chiste, de la queja, del destello, del ensayo. En realidad, un meme es la forma en la que aceptamos la otredad, la diversidad no solo de personas sino del lenguaje que hablamos todas, todos, todes, todxs.

Si el meme nos afirma que no somos únicos, entonces es otra prueba fehaciente de que en este mundo nunca vamos a estar solos y así, uno también está hecho de los memes de los que se ha reído.

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