Un poema por Jorge Olivera.
Otro hogar
verte cuando habito mi reflejo:
veo mi calvicie y recuerdo
que mi piel se hace islotes
de tiempo y abandono
ahora aquí, frente al espejo
me pregunto entonces
si no seré tan solo sombra
de recuerdos tuyos en mi infancia
de los besos con los que me arropabas en las noches
no queda más que la dureza de tus barbas
porque sí: ahora que mi piel ya es mapa
—y sus arrugas develan tus pisadas—
sé que en otro hogar tu mente estaba
yo veía en madre la ternura:
sus lágrimas me han lavado ropas
sus manos han cambiado mis pañales
y por ello no le alcanzaba para uñas de una dama
(¿por eso la traición?
¿por eso corriste a otra cama?)
y la familia que crece en rededor de un árbol
resulta que solo echa raíces
frente a leños consumados
porque nuestra familia que viajaba
que se despedía cada verano de los mares
estaba tan rota como esas olas de las playas
sí: ahora que me veo en ti
o que madre te ve en mí
resulta ser que mi infancia
es atroz: solo una cicatriz
cuando me trajiste el primer perro:
¿de dónde venía Max, de dónde esa bondad?
cuando abrazabas a mamá
¿era igual que cuando te enlazabas en las piernas de esa otra?
verme entonces y pensar:
¿a mí me espera eso?
¿seré ese duro golem
de piedra y no de hueso?
¿cuándo me veías jugar a videojuegos:
no ansiabas las sabanas de ella?
cuando le decías a mamá que loca era
por quererte amar
¿querías los labios de la otra?
cuántas palabras se posaron sobre tu boca
cuando entumías la frente al negarlo todo:
se surcaban en tu piel
y esas cejas pobladas de aves negras emprendían rápida huida
ese acecho que la nube hace al sol
lo siento en mi cuerpo
lo escucho en mi propia voz
como el de la mar dentro de una concha
tus gritos caen en espiral:
«pinche loca», le decías a madre
pero yo recuerdo, que de infante,
las locas no eran como ella:
no se alucinaba cosas
ni se sentía perseguida por fantasmas
loca, creía, era la gente que veía duende
o que pensaba que el tiempo no era lo que es
loca pensé que era la gente que llora sola o la que la persiguen
pero mami no era loca y sin embargo aprendí a llamarle de tu boca así
¿así que mami era loca por creerte entre las piernas de la otra?
y cuando mi mamá tomaba el cinto
y el gancho y el palo de una escoba
y los azotaba contra mí
¿entonces tengo que entender que eras tu al que golpeaba?
pronunciar tu nombre cuando digo el mío
arrullarme en ese eco incierto
esta hijitud es un don extraño,
ser papá sin ser marido
ser mi padre cuando me veo en el espejo
y crecer en otro hogar
Dos poemas (de frío y postales)
¿Qué efectos trae el readymade a la cultura?
Deja un comentario