Un poema de Julia Bonetto.
El edificio de Beyoncé
Cerré los ojos
y aterricé en un piso del edificio blanco,
el único,
impoluto,
al frente de Prospect Park,
donde vive Beyoncé.
Brooklyn estaba gris.
No había más hambre de mundo,
yo ya no sabía distinguir tu olor.
Nos dimos la mano
con la pobreza de los gestos
que explican
la cercanía con la muerte.
La ducha se abría
cuando yo estiraba un brazo,
era como ese filtro de Instagram
que te dice
tap to change
tap to change
para que se genere el efecto,
de abrir o cerrar,
de cambiar la temperatura.
Nuestro sexo
tenía grados centígrados
bajo cero.
El café cubano humeante,
el avocado toast servido.
Cruzábamos el Brooklyn Bridge
en un Porche automático
a toda velocidad.
Tuviste la gentileza
de regalarme todo,
el metalujo elevado a la enésima potencia.
Yo ya no sabía si aprender los modales
de la alta sociedad
o volver a preguntarme
cómo la vida me agobió
para estar acá.
Apreto un botón
que abre las cortinas,
automático.
El Apple TV se enciende
cuando la sombra
de alguien
se asoma por la puerta.
El perro de raza de la familia
que cubre las inseguridades maritales.
La cocina inteligente
que esconde la ausencia
del paladar.
¿Acaso esto es un infierno
ordenado?
Salgo al balcón
de dimensiones infinitas,
de esas que te acercan al horizonte.
Armo un pucho
que me mete en un coma inducido,
tabacológico,
parecido al silencio.
En mi menú mental
tengo una lista de cosas
para decirte.
Jajaja.
Aspiro el humo
y te veo a través del vidrio,
ahí me doy cuenta
de la verdad,
ya no sos vos
al que quiero a mi lado.
Efectos secundarios de leer(nos)
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