Vela en mundo de cerillos

Volumen Trece

El sentimiento de otredad a veces desborda; ser otro ante los demás, ser otro ante uno mismo. Con mayor frecuencia, sucede a las mujeres, quizá por su cuerpo, quizá por su independencia. Michelle hace una reflexión literaria sobre ello.

POR Michelle Mijares
10 marzo 2021

Vela en mundo de cerillos

Ya no basta con salir a bailar algunos viernes, tomar unos cuantos tequilas, y acompañarlos de mezcal.  ¿Por cuánto tiempo hay que perderse en alcohol y tabaco?, ¿saltar a diferentes labios? ¿y tomarse de manos de extraños? No sé cuántos días será necesario salir a buscar la luna y preguntarle a ella si te reconoce. Todos esos viernes con las manos sobre el fregadero mirándote en el espejo, jugando a buscarte pecas nuevas intentando conocer algunas de las viejas. Quizá con esperanza tu reflejo te recuerde lo que sentías antes de todo. Antes del desastre. Terminar cada noche tirando la ropa al piso, desmontando la fachada, esa falda y ese top impregnados de cigarro, luego recostarse mirando al techo buscando un reflejo que muy bien sabes que hace mucho te dejó.

Llegan recuerdos que se postran en el reflector de tu memoria. Por momentos olvidas que se trata de uno y se convierte en nostalgia que lleva al anhelo de volver a sentir.  Y volvemos a entrar en esa búsqueda de algo que incendie tu alma. De algo que te recuerde que es sentir a veces el fuego. Pasas los días como en tu calendario, sin marcar nada especial y esperando ya no sabes ni cual fecha, porque en el fondo todas te dan igual.

Buscas llenar espacios con pendientes y ajetreo, solo para evitar segundos por lo menos sin escuchar la marea que llevas dentro. Te arrastras con lo que te queda hacia el fin de semana, pensando que por ser divertido tal vez algo bueno salga, algo tenga sentido, por lo menos que una risa sea sincera. Montas de nuevo esa fachada que sabes que te sale ya muy bien. Te miras al espejo y no sabes si lo que ves es tu reflejo o una actriz que ha dominado el acto de estar bien. Te preguntas cuándo te volviste tan buena mintiendo, sobre todo a ti misma,  y dudas desde cuándo para fingir eres experta.

Pasas días contigo misma y sientes que tu esencia se desvanece, ¿acaso es porque vives reflejando la personalidad de los demás? ¿o realmente eres quien piensas? Pasa por tu mente la duda de si realmente estás montando una obra de teatro en la que tienes tú el liderazgo o ya te has convertido en actriz de soporte.

Bajas las escaleras taconeando, casi corriendo a buscar experiencias vacías, a buscarte en vasos con hielo y mesas sin mantel. Y una vez fuera todo vuelve a comenzar. Se levantan los telones, y te dicen acción. Comienzas con esta rutina que ensayas cada día que pasa. Unas cervezas y dos o tres martinis. De cuatro a cinco risas y de seis a siete chistes. Esos ojos de tormento que escanean cada esquina del entorno, en búsqueda de alguien que pueda conectar. Alguien que no te obligue a traducirte.

Juegas como hombro de consuelo preguntándote si algún día recibirás el mismo trato. Si algún día a alguien le importara tanto; tanto como a ti. Buscas una energía que se empate con la tuya… que sea en lo mínimo recíproca. Titubeas para afirmar si alguno de los presentes se sentiría afectados si tú no estuvieras. Si no fueras quién eres. Si no lo dieras todo como acostumbras a hacerlo. Y de repente te abraza la soledad. Te abraza y llegas a confundirla con cariño. Incluso intentas buscarle el lado romántico al vacío. Quizá eres más complicada, quizá solo eres más compleja.

Te han hecho creer que lo que buscas no existe, que lo que sientes es falso; que este vacío son tus ideas, porque tienes todo para estar bien. Te contaron la historia de que debes ser feliz con la rutina, con lo estable, con lo cotidiano. Con los pasos que te han marcado a seguir cuál mapa y diccionario. Te dijeron que buscaras un trabajo que pagara decente, que necesitas tener amigos, aunque no les interese lo que pienses; que debes buscar un hobby que te mantenga en forma, y buscar a tu «media naranja» si no lo otro no funciona.

Ves el panorama bastante díficil… pero sabes que lo difícil es encontrarle la belleza a lo superficial. Lo complicado es vivir intentando conectar. Te hundes en el sentimiento de tu profunda complejidad… de tu profundo y ferviente deseo de algo más.

¿Acaso soy yo la única que siente que algo falta? ¿la única que extraña el fuego?

Ser vela en mundo de cerillos no es sencillo. Y quizá debas enamorarte del camino que te lleva a buscar profundidad a lugares vacíos. Quizá el disfraz de falda que yacen en el piso cada fin de semana, tal vez sean solo el primer acto. El primer paso al siguiente salto.

Esta perfección falsa que inventaste va en su primer capítulo y probablemente eso es la mejor parte, lo más romántico de este babélico relato: preferir la profundidad ante lo superficial. Escoger y amar este conflicto interno que se ha vuelto parte de ti. Optar por esta batalla que te lleva a cazar sentimientos y buscar intensidad. Prefieres la lucha a conformarte con lo vano. Vivir atrapando el calor porque ya no soportas el frío. Aunque ser vela es complicado porque el fuego es duradero y tarda tanto que derrite, sé que es mejor a la opaca alternativa de la instantaneidad del cerillo en caja de 50 piezas…

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