El texto que no pudo existir

Volumen Catorce

En un brevísimo ensayo, Mariana Ortiz reflexiona en torno al síndrome de la impostora y en los efectos que ha tenido a lo largo de su vida profesional.

POR Mariana Ortiz Joachin
3 mayo 2021

El texto que no pudo existir

Intenté empezar este ensayo escribiendo sobre el principio del trabajo editorial que ahora desempeño. Quería describir cómo me sentí un fraude, una estafadora en potencia, un chiste. Aunque hubiera leído toda mi vida, casi desde que tengo memoria, ¿cómo iba editar algo? ¿Yo? ¿Quién me creía o qué? El título de «editora» que me dieron solo por ir a una oficina lo sentí como una comezón, un piquete de mosco que se va hinchado conforme las uñas de mis dedos sucios lo rascan.

Pero ni siquiera el primer párrafo que elaboré en ese aspecto era particularmente interesante para un texto como este: un salto de fe en varias personas para tratar el síndrome del impostor. Terminé por borrar cada palabra escrita, con la vergüenza sudándome por toda la cara, pensando en quienes por error leyeran esto y llegaran a la misma conclusión que ya se me había metido a la cabeza: esta tipa es una farsante.

Como sienten las personas que saben el peso de quien quiere siempre ser digna del encargo, mejor comienzo esto con la vez que intenté —sin éxito por supuesto— tener un blog. Era 2009 o quizá algún año anterior, yo había encontrado en la escritura una herramienta que me salía «bien» a medias, diciéndolo casi como un susurro. Decidí abrir un Blogspot para publicar un texto en el que me hacía la sufrida por haber cortado con un novio. Nada más patético. A la semana sentí vergüenza y decidí borrar permanentemente el blog. Luego, por necia, abrí un WordPress en el que escribía «cosas», a secas, sobre la ciudad de México. Tampoco pasaron por la aprobación propia y no tardó mucho en desaparecer.

Pero ¿y luego? ¿Qué de interesante tiene todo esto? ¿Por qué no mejor te callas de una buena vez y aceptas que sí eres una impostora, una vende humo?

Carajo, ¿cómo le hago para terminar este texto? Es más, ¿cómo lo empiezo? ¿Debería hacerlo si no sé absolutamente nada? Mejor debería dejar de escribir, no molestar a gente seria que lee en serio, dejar de pretender saber de lo que escribo, ser algo que no soy, que los demás se jacten de las páginas que han escrito y se enorgullezcan las que han leído, yo tan solo me quedaré en silencio pensando en todo lo que hubiera hecho si esa vocecita interna, chillona y gritona, no me estuviera retumbando en la cabeza.

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