Gerardo Cabaña reseña la puesta en escena de Primavera 2021 por el Ballet de Monterrey.
Inicia la primavera
«Mamá voy a ser del Ballet», dice una niña de 6 años en el Auditorio San Pedro, mientras Deborah Rodríguez interpreta Gamzatti (variación). La pequeña apenas supera la altura de los asientos y de pie gira y canturrea; su personita es el fractal del entusiasmo del público, que no para de aplaudir durante todo el espectáculo.
Del otro lado, bajo la luz copiosa de los reflectores los bailarines hicieron bien lo suyo. Empezaron con un Divertimento de Don Quijote, compás alegre que seguía la música de Ludwig Minkus, interpretado por una parvada de jovenzuelas enérgicas. Nos recordó desde el inicio que se vino a ver Ballet, tan lindo como lo imagina la gente común, pero también, tan armonioso, vivo y divertido como suele olvidarlo la opinión pública. El baile fue el más largo de todas las piezas que se presentaron, porque sí, el espectáculo se compuso de obras diversas e independientes que se hilvanaron entre sí bajo la dirección de Luis Serrano, logrando una muestra movida y entretenida.
Después de la romántica historia de Basilio el zagal, por Luciano Perotto, y Quiteria la hermosa, por Olivia Quintana, los tutús rosados dieron el lugar para la belleza de Frigia, interpretada por Amelie Flores; la joven en su enagua de satén nos dio un baile pasional y expresivo; creó una auténtica atmosfera de tranquilidad y libertad. La llegada de Ernesto Mejica como Espartaco ataviado en rojo bermellón completó el cuadro de los dos amantes; el baile ameritó con justicia el adjetivo de fogoso. Es así como los fragmentos se diferenciaron, no sólo por el tema sino también por el estilo. No extraña que una pieza haya sido de Luis Miguel, Sin ti, coreografiada por Vicente Nebrada y ejecutada por Brian Ruíz, cuyas contorciones recordaban los fuertes gritos de un concierto.
El evento hizo justicia a su nombre: Primavera 2021 coreografías de corte clásico, neoclásico, contemporáneo. A través de estas tres corrientes históricas se movieron las distintas piezas, y tan sólo quedó el deseo de haber presenciado mayor claridad en el orden de los cortes, pues iban y venían sin un patrón, y aunque esta libertad y experimentación son valiosas, no es fácilmente captada por nosotros los espectadores.
El evento continuó. Alternaba la ternura de un Gamzatti con las curvas lúbricas de dos gotas de agua, Daynier Rivero y Leslie Fuentes, quienes llevaron al escenario las Aguas Primaverales de Rachmaninoff. La obra fue un buen acierto al conjugar la temporada del año, el neoclasicismo y la danza académica del Bolshoi, un detalle que embelleció junto a toda la compañía la noche de ese miércoles 21 de abril.
Dos detalles más resaltaron. La ardiente voz de Chavela Vargas traducido al vocabulario corporal de Deborah Rodríguez y Nicolás Merenda: texturas diversas y figuras rectangulares aunadas a la nostalgia de La Llorona ganaron el amplio aplauso del público. Por cierto, la aparición de la Catrina, por Mariangeles Garce, fue un decorado de muy buen gusto. El segundo aspecto fue la gracia de Andrea de León, quien hizo un solo libre, su vestido flotante, largo a la rodilla, danzó andante ma non tanto, mientras sus brazos y cintura dirigían la música con serenidad, su último paso condensó la belleza de la obra.
Regresando al lado de los espectadores los lugares previstos están llenos, un hecho no frecuente en la ciudad regiomontana, y aunque la capacidad se restringió al 30% debido al COVID-19, es un placer ver que las 300 personas del auditorio conectan con los jóvenes de la compañía. Al final la Sinergia de esos chicos briosos y gallardos se contagia al público y el telón se cierra con un alegre final.
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