Crónica del museo vivo (o de cómo las personas son cuadros vivientes)

La segunda edición del festival de las artes PreMACO en Monterrey se llevó a cabo durante la última semana de enero con una variedad de eventos a lo amplio de la ciudad. PreMACO se realiza como preinauguración al festival artístico más grande de Latinoamérica: Zona MACO. Revive a través de la pluma de Javier Talamás, la experiencia de la gala de cláusura organizada por Rova Productions en el Museo Marco: cuando el arte dejó de ser estático, y las personas se fundieron en las obras que exhibía el museo.

POR Javier Talamás Weigend
7 febrero 2019

Crónica del museo vivo (o de cómo las personas son cuadros vivientes)

Los museos son bocas. Crueles
dientes de mármol: devóranse el arte y lo petrifican
en sus entrañas.

Los museos son puertos
en su concreto anclan todos los tiempos.

8:57 p.m.

Son las 8:57 p.m.; la luna parece un ojo que recién despierta. Sus rayos marmoleados sobre la Macroplaza: toda ella se ilumina tenuemente. La luz difuminada apenas aclara la imagen en la noche del primer sábado febrerino. Sobrevuelan las aceras del parque central algunas parejas. El Faro del Comercio, alto e inmóvil, es el primero en recibir la blancura lunar. La Explanada de los Héroes luce vacía. Las llantas de los coches ronronean sobre la piedra de las calles que circundan a la Gran Plaza. Son las 8:57 p.m. y puedo escuchar el viento.

A contra esquina de la entrada a la Macroplaza, justo al pasar el Palacio Municipal, La Paloma, hecha de bronce, como mayordoma, erecta se para en la entrada del Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey —el Museo MARCO—. La Paloma no tuerce ni mueve su cuello como sus otras amigas: ella tan solo regala un silencioso «bienvenidos» con la mirada de acero.

Son las 8:59 p.m.; la luna parece un ojo que recién despierta. La Paloma observa fijamente cómo varias gentes se forman a la entrada del recinto. Alineadas con disciplina castrense, pero con un poco más de alegría en la ropa, esperan la entrada detrás de tres pilares que sostienen una de las alas principales del MARCO.

Justo a las 9:00 p.m., comienza la gala PreMACO. Dos, tres, cuatro guardias se asoman. Ven a impacientes personas. La boca del MARCO comienza su cena: las personas entran a ella. La luna les guiña. Y observa. Puede escuchar el viento barrer las aceras.

9:05. p.m.

18 orbes sobre bastones imitan a la luna de afuera: adornan la entrada del MARCO. La gala recibe a invitados con una negra alfombra. Son aproximadamente cincuenta pasos lo que dura la black carpet. En ese pasillo, postrado en el lobby, el tiempo se desfigura.

Todas las épocas desfilan. Es un corredor que presume a las gentes y al arte que todas ellas encarnan: la moda; la moda es siempre la primer invitada, es siempre una forma primitiva de arte. La primera obra de arte que creamos por las mañanas; la última al dormir en pijamas. Moda y ropa: visten al cuerpo, desnudan el alma.

Gabardinas, lentejuelas, bigotes, escotes, boinas de felpa, mezclilla lavada, mezclilla blanca, trajes rosados, pantalones acampanados, guirnaldos vestidos; chicas con arcoíris en su cintura, chicos con trajes arcaicos: los invitados e invitadas son seres camuflados en tiempo; son los años setenta en los años dos mil.

Observo que parece una pasarela de tiempo más que de gente. La diversidad de color en las ropas hace al MARCO un campo vernal; un jardín de glamour. Un néctar, no menos dulce que el de las flores, recibe invitados: es la cerveza que resbala por la garganta. La gastronomía milenaria de la cerveza riega ese jardín de glamour previo a la sala donde se lleva el evento.

Pocas veces un museo tiene la oportunidad de recobrar el arte como algo no solo estético, sino en movimiento, vivo. Son las 9:45 p.m., y la sensación que se vive en la pasarela inicial de la gala invita a pensar que el MARCO lo hará esta noche.

Entremos.

9:46 p.m.

Ricardo Legorreta, arquitecto y autor (porque ser arquitecto no es más que otra forma de ser un poeta), se inspiró para el MARCO en la arquitectura mudéjar y en la colonial novohispana. Por ello el museo cuenta con su propio patrio central, que replica el uso tradicional de los espacios abiertos mudéjares, sin dejar a un lado la influencia de las casas coloniales que también contaban con grandes espacios centrales y abiertos. Aunque Legorreta deja atrás la ornamentación árabe, retoma los elementos unitarios de todo patio: el protagonismo, no solo el estructural, sino el visual (Antón Capitel). No por casualidad se ubica justo en el corazón del museo. El patio del MARCO, aunque techado, transmite esa dualidad entre naturaleza y persona que toda obra de arte comunica. Otro protagonismo, además del arquitectónico, recibió esta noche: hospedar arte, música, cócteles y cuadros vivientes: a las personas repletas de moda.

Un juego de luces se desliza por la balaustrada gigante del patio. Cócteles danzantes tambalean aquí y allá, nerviosos van en las obscuras charolas de los meseros. Hay bullicio de gentes. El eco adorna mejor el patio que la saturación y pesada ornamentación árabe, pienso.

Parece que las melodías de la música se confunden con la emoción de los invitados. Hoy la fuente, que imita a un manantial, y buscar ser un espejo de agua, calla, pero se desbordan las risas y en ella nos reflejamos.

Detrás de los altos pilares, que son griegos, y árabes, y españoles, y contemporáneos (como toda persona), hay una exposición para el público nocturno. ¿Era esa la conexión que buscaban los promotores de la Gala PreMaco (Rova Productions)? Sospecho que sí: disfrutar de la vida, con el arte a un lado. Sabernos vecinos del arte.

10:30 p.m.

Son las 10:30 p.m.; como un acordeón, el patio hecho salón se expande cuando las personas comienzan a amontonarse, y se abre otra vez para respirar por momentos, exhalar una melodía de risas y gritos. Todo cabe esta noche.

En la planta baja, se exhibe Obra inconclusa, del colectivo Tercerunquinto.

La obra analiza la práctica artística de Gabriel Cázares, Rolando Flores y Julio Castro, quienes conforman Tercerunquinto. A través de Obra inconclusa, buscan darle una visibilidad a la arquitectura informal y a los «usos desestructurados de los márgenes urbanos relativos a las megalópolis contemporáneas». Pretenden la significación social a partir de la fragilidad arquitectónica de ciertos grupos urbanos. «Las intervenciones de Tercerunquinto a instituciones artísticas (museos, galerías, ferias de arte) aluden a la espacialidad, deconstruyendo sus niveles de significaciones y redibujando el diagrama de nuestra acción y circulación.» Yo observo. Y me parece que son los propios cuadros, las fotografías, quienes exhiben a las personas que ahora están paradas frente a ellas. Es una tensión nueva entre espectador y arte.

Los invitados se fundían como sombras sobre las paredes donde se exhibían las obras: se sabían también una Obra inconclusa.

“Es hermoso limitar un espacio. Los patios son íntimos; nos ofrecen una sensación de pertenencia y seguridad.” —Ricardo Legorreta

Pinturas en aerosol sobre tela de algodón llaman la atención. La serie Paños (2017). Son voces feministas y homosexuales que alzan la voz por igualdad. La magia del arte se vuelve real. Apenas regreso de la exposición al patio, y ya hay la presencia de esas voces en toda la gala. Bien por el arte, bien por nosotros.

11:20 p.m.

En cuarenta minutos será media noche.

Hay un sentimiento de familiaridad con algunas otras obras inconclusas que luce el MARCO: un país fragmentado, el México de las calles grises, visto a través del lente cosmopolita que da lugar al evento. La brecha social se cierra por breves momentos; sabemos que somos una patria inconclusa. Yo veo el áspero cemento colocado sobre una esquina de la exhibición (otra de las obras de Tercerunquinto) y a treinta y siete pasos, el evento, cócteles, vestidos, libertad sexual, erotismo. Me pregunto cuándo habremos de construir este país que nos construye el arte.

Hay otra obra en particular con significaciones irónicas. Poéticas, incluso (¿no es lo irónico una forma de poetizar el humor de la vida?) Es el Código Penal para el Distrito Federal transcrito completamente a mano. A su lado, en mosaicos se muestra el águila azteca. Rota. Volteada. De cabeza. Fragmentada. Cuánta labor, cuánto esmero, cuánto orden en los papeles que transcriben la ley, y cuando desorden, cuanto enredo en el emblema de México. Como nuestras leyes, bien ordenadas, pero lejos de una practicidad tangible. ¿De qué sirve el ordenamiento jurídico si nuestro país igual se rompe en mosaicos?

11:30 p.m.

Se cierran las exhibiciones. Caen las rendijas de hierro sobre las salas de las exposiciones. Luces siguen prendidas.

Me atrae el zumbido de la gala. Me siento una mosca. Regreso al patio.

12:42 a.m.

Ya no distingo la noche. Ya no distingo ni el arte ni a las personas. Todo es una confusión alegre. Vuelan palmadas: la presentación musical ha terminado; los vestidos giran en círculo: se ha formado una improvisada danza al centro del patio; sonoras las risas estallan; todo es una confusión alegre de arte. ¿Es el alcohol? ¿Es el museo? ¿Saber que podemos vivir en el arte? Es esto.

1:02 a.m.

Al son de la noche, como su nigérrimo manto suele descubrir las estrellas, la Gala hace lo mismo con los espectadores: los descubrió y desnudó como arte en potencia, todos fuimos un cuadro del MARCO.

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