Pandemioscopio: miradas alternas

Volumen Nueve

El mundo entero cabe en un caleidoscopio, si lo pensamos bien. Abanico de posibilidades que se abre y cierra; una y otra vez, a un ritmo, en ciclos. Parecemos olvidarlo, pero también nosotros nos movemos similar. La pandemia nos lo recordó: lo frágil que somos, lo ruin de la vanidad (social), las posibilidades que se nos cerraron pero que también se vuelven a abrir.

POR Javier Talamás Weigend
13 julio 2020

Pandemioscopio: miradas alternas

1.

Un caleidoscopio muestra su propia realidad, su propio juego de figuras, de colores y de formas; geometrías fractales que se disuelven y giran en torno a sí mismas, que se vuelcan unas con otras; figuras frágiles pero coloridas. (Sí: como nosotras, las personas.) Colores que existen, como quien dice, “de rebote”: de espejo a espejo brincan. (Sí: como nuestra vanidad.) El mundo entero cabe en un caleidoscopio, si lo pensamos bien. Abanico de posibilidades que se abre y cierra; una y otra vez, a un ritmo, en ciclos. Parecemos olvidarlo, pero también nosotros nos movemos similar. La pandemia nos lo recordó: lo frágil que somos, lo ruin de la vanidad (social), las posibilidades que se nos cerraron pero que también se vuelven a abrir.

2.

En un parpadeo se nos escapó la forma que habitábamos. (Sí: como en un caleidoscopio); beligerantes, ojos que buscaban formas fijas, pero no las hubo; no las hay. En el caleidoscopio las pupilas centellean de posibilidad.Colores fugaces, arcoíricos, exacta geometría del espacio; un encender y un apagar de luz, que hilvana en reflejos, poco a poco, su propio mundo: así nosotros debemos de mirar ahora el mundo, como a través de un caleidoscopio. Porque en la pandemia eso es nuestra realidad.

3.

Múltiples realidades; lluvia de colores y de notas y de cuerpos y de sentimientos. En el caleidoscopio toda simetría es distinta, cada perspectiva cambia, su intensidad florece, y entonces, cada quien su caleidoscopio, ¿cómo cada quien su realidad?: las notas, la infodemia, tergiversando, hilándonos, sin forma fija, y el virus, la pandemia, nos mantiente prisioneros como esas posibilidades caleidoscópicas que caben en un cilindro diminuto.

4.

Al caleidoscopio cada uno le da la estética que guste; cada persona juega con él como le plazca: así juguemos con las realidades que se asomaron durante la pandemia, las realidades que hay que cambiar. Cuando decimos realidades, es en sus términos subjetivos (¿acaso hay otra?)

5.

Hablar de un Pandemoscopio es precisamente un intento, quizá inocente, de querer ver a la pandemia no desde el terror, sino desde la posibilidad. Mucho se habla de afectaciones; hartos ensayos sobre el futuro, sobre recesiones ¿Por qué no imaginar desde la niñez?, ¿desde ese sentimiento imaginativo y creativo? Hay que regresar a ser niños y niñas. Tal vez las respuestas estén ahí. No nos protejamos como adultos que todo lo saben, porque ya vimos que no es así: mejor juguemos como niños dispuestos a inventarnos otra vez.

6.

Es algo inédito, creo yo, analizarnos desde la niñez, desde ese terreno fértil de ideas y de imaginación. Pero tal vez ahí una respuesta a una realidad que no será otra vez normal: debemos regresar al playground, a construir castillos en el arenero, tomar notas con mala caligrafía, despreocuparse por análisis económicos y más bien repensar qué es la economía y de qué nos sirve (como cuando preguntábamos qué era un billete y que haciendo más dinero se mejoraba el mundo); a hacer ciudades con plastilina (total las de ladrillos igual se colapsaron).

7.

Pandemioscopio: sí, porque figuritas llenas de colores que se abren y se cierran nos parecen tan efímeras, pero también la vida misma se nos hizo geometría en añicos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Artículos similares

mi mamá fue un laboratorio andante

Un poema donde Javier Talamás recuerda que en el dolor todavía hay esperanza; donde la muerte revitaliza palabras vacías.

Olvido histórico

Volumen Uno
Un poema por María José Gutiérrez.

El texto que no pudo existir

Volumen Catorce
En un brevísimo ensayo, Mariana Ortiz reflexiona en torno al síndrome de la impostora y en los efectos que ha tenido a lo largo de su vida profesional.

La ciudad blanca: Mérida, Yucatán

Volumen Dos
A través del lente de Anna Karen Garza no solo vemos otro lado de los colores de Mérida, como el rosa, el verde, y el amarillo, sino también el otro lado de su historia y…

Machitos marchitos

Volumen Once
Un copo de nieve; las hojas del almendro bajo el otoño frío; flores secas y marchitas; figuras de porcelana; un globo de aire; un barquito de papel bajo tormentas de ciudad: no puedo pensar en…

Mi yo fantasma

Volumen Catorce
Luchar con fantasmas es una encomienda sin sentido. Sin algún tipo de arma mágica, de virtud sagrado o artefacto místico, resulta no solo inútil, sino peligroso. Lo primero que se pone en riesgo es nuestra…

Más allá de la palabra

Volumen Uno
Un poema donde dialéctica, visiones poéticas, y contradicciones, colindan; distensión del sentimiento amoroso de su connotación lingüística.

Dos poemas (de frío y postales)

Volumen Siete
Dos poemas por Isabel Papacostas.

Volumen Cero
En un pueblo desconocido, dos novios celebran su lazo matrimonial mientras la madre del novio atiende sin cesar a los muchos invitados (o no invitados) que esperan de cenar y tomar. Las tierras áridas todavía…