Round 3: Calabozos y Cafés (del Panem)

Volumen Tres

Todas las personas juegan un rol en su vida diaria; incluidos los godínez que actúan y se comportan "como debe ser" en las oficinas. ¿Qué tan consciente estás de tu rol? Eduardo Taylor argumenta que nuestra vida no es tan distinta a la de un juego de tablero.

POR Eduardo Taylor Elizondo
6 mayo 2019

Round 3: Calabozos y Cafés (del Panem)

«To be sane, we must recognize our beliefs as fictions»

—James Hillman

Shh, shh, antes de cualquier cosa, entretenme 2 minutos, ¿ok? Imagina que estás en una caverna rodeado de una oscuridad sin dimensiones. Al tratar de moverte te percatas de dos cosas: el dolor tremendo que campanea en tus sienes y el agua entre tus pies. Tu boca sabe a sangre, tus labios heridos escupen contra el suelo provocando un eco que se extiende hacia el frente invisible. Otra punzada de dolor estalla contra tu cabeza al tratar de recordar qué haces ahí, imágenes borrosas de un lado a otro. De pronto, en la distancia, como si se abriera una puerta en un cuarto oscuro, un rayo de luz ilumina el contorno de un pasillo rocoso y subterráneo. Te quedas quieto.

Una figura corpulenta entra al pasillo; no, dos figuras, una detrás de la otra. No alcanzas a ver bien, pero el eco de su presencia manda gruñidos a recorrer el túnel hasta donde estás. Te agachas rápidamente. Se encuentran lejos todavía. Pero mientras se acercan, notas algo raro en el rostro de aquel cuerpo masivo: en vez de una boca está el hocico de un jabalí y en vez de palabras se escucha un gruñir animal conversar entre ellos.

¿Qué es eso? —dice el gruñido gutural de uno— ¿Lo ves? ¡Ahí!

Sí, dos orcos te están viendo y después de un alarido que retumba por la caverna avanzan hacia ti con determinación violenta. Desesperadamente palpas tu cuerpo, tu respiración agitada, los movimientos frenéticos de tus manos; hasta sientes algo extraño colgar de tu cintura. Es la empuñadura de una espada. Levantas los ojos apretando con fuerza el acero y… ahora sí aventurero…

¿Qué quieres hacer?

***

Ok, sean honestos, les apuesto un café del Panem (de refill) que se imaginaron en la caverna oscura frente a dos monstruos avanzando hacia ustedes, dos seres fantásticos que no existen —¿o sí?—, se imaginaron el olor, la textura de la espada, el pulso desesperante de un dolor de cabeza ¿verdad?

«Pero Taylor, esas cosas no existen.»¡Ja! No importa que no existan, o que crean o no en esas cosas, porque en esos momentos, para su cerebro, la caverna, el dolor, los orcos, la espada y sobre todo la decisión, fueron reales.

Más real aún de todos los problemas que están pasando en tu vida. A tu cerebro le valió queso si vas bien en la escuela o si ya te contestó el güey que te gusta; se le olvidó que mañana tienes que levantarte a seguirle a la chamba o que tienes que aguantar a tus compañeros de Letras en la Universidad; es más, te puedo asegurar que me puedes decir cómo era la espada, qué traía puesto el orco, y hasta qué traías puesto tú, cuando yo no dije nada, eh.

Bueno, ahí les va, esa es una de las escenas que me encanta plantear cuando me preguntan con visible repulsión/confusión/incredulidad «Pero… ¿cómo se juega eso?» Claro, me refiero a mi sesión semanal de Calabozos y Dragones (Dungeons & Dragons; D&D; “Di en Di” para los monolingües). La neta, aunque me encantaría hablar de todas las aventuras que hemos vivido mis amigos geeks de clóset y yo, hoy quiero hablar de la mágica experiencia que es jugar Dungeons and Dragons todos los días de nuestras vidas —aunque no nos demos cuenta—.

***

Mi mamá (¡Hola Mater!) tiene una frase que, desde que di mis primeros pasos en el fascinante mundo godín, me ha servido para mantener mi sangre millennial tranquila y evitar que me salga a empezar un negocio de churros de tocino que al mismo tiempo es una tienda de vinilos japoneses de los 80. La frase va:

«Los hombres juegan a hacer negocios»

Piénsalo. Llegas a la oficina (o a la universidad / fiesta / cena / te subes al carro / te acercas a tu ligue / etc.…) y ¿cómo te comportas? ¿qué haces? ¿cómo eres? ¿qué dices cuándo te sirven la comida? ¿cuándo el señor de la limpieza te saluda? ¿cuándo tu jefe llega y te pregunta cómo cerró el mes? ¿cuándo el maestro detiene tu plática al fondo del salón y te ridiculiza en frente de todos? ¿cuándo la/lo vez a lo lejos bailando, en su mesa y todo ñepo/confiado/nervioso/bravo le dices que si van por un Baby Mango (ah los 2000’s)? Eres alguien diferente para cada situación, juegas un juego diferente en cada lugar, eres un personaje con una máscara afín al momento. Por eso mi mamá dice que jugamos a hacer negocios cuando personificamos el rol de “hombre o mujer de negocios”.

«Pero Taylor, otra vez, ¿qué tiene que ver Di en Di con todo esto?» Pues que todos los días lo estamos jugando, solo que en vez de que sean orcos o cavernas son oficinas y compañeros godínez, que todos los días asumimos un personaje y habitamos la piel de alguien que en ese lugar y ese momento es como debe de ser. La verdadera pregunta es ¿qué tan consciente estás de tu rol? Y no solo me refiero al peso cósmico de tu rol como un engranaje más del patriarcado opresor que nos ha llenado de tanta maravilla y tanto dolor; no, no, vamos a algo más fácil de digerir: asumiendo que leyeron mi escrito pasado Round 2: Baño caco de humildad y están comprometidos con mejorarse 1% día a día, pregunta en voz alta ¿cuál es el personaje que juego? Y peor aún… ¿me hace 1% mejor todos los días?

A darle.

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