Ciudad es inútil

Volumen Siete

La lógica urbana resulta a veces acuosa, otras rural, muchas veces una combinación sin límites claros, que como toda gran urbe, enfrenta desafíos en materia de movilidad, seguridad, vivienda, agua, salud, y en general la posibilidad de sostenibilidad y existencia futura. A pesar de esto, pocas veces suele pensarse en los retos en torno al ocio, el disfrute, el gozo y los espacios de esparcimiento dentro de las políticas urbanas. ¿Cómo piensa la ciudad los espacios de ocio? ¿Cómo concebimos y definimos dichos espacios?

POR Laura Mishelle Muñoz González
2 marzo 2020

Ciudad es inútil

Residir en la Ciudad de México supone vivir en muchos sitios al mismo tiempo, viajar a contextos, paisajes, climas, acentos, comidas y formas de habitar muy diversas. En algunos lugares como Xochimilco, Tlalpan o Milpa Alta, donde el concreto aún encuentra la resistencia del bosque, del agua, o la chinampa… el nombrarnos ciudad pareciera ajeno y hasta violento.

Así, sumergidas en este laberinto metropolitano, la lógica urbana resulta a veces acuosa, otras rural, muchas veces una combinaciónn sin límites claros, que como toda gran urbe, enfrenta desafíos en materia de movilidad, seguridad, vivienda, agua, salud, y en general la posibilidad de sostenibilidad y existencia futura.

A pesar de esto, pocas veces suele pensarse en los retos en torno al ocio, el disfrute, el gozo y los espacios de esparcimiento dentro de las políticas urbanas.

Cabe preguntarnos: ¿cómo piensa la ciudad los espacios de ocio? ¿Cómo concebimos y definimos dichos espacios?

La primera respuesta podría ser una gran ausencia: pareciera que existe una falta de aproximación al espacio cultural desde la normativa y política pública. Es decir, no se nombra y concibe al museo, el teatro, la galería, el foro, el mercado público o el espacio cultural autónomo, como territorios donde se ejercen diversos derechos, entre ellos el derecho al ocio, esparcimiento, a la convivencia y relacionamiento. Dicha carencia se revela en la falta de políticas que atiendan a las necesidades y características propias de cada tipo de espacio, resultando en una concepción de ciudad-máquina donde habitar se reduce a comer, dormir, y trasladarse de la vivienda al trabajo.

En torno a la segunda pregunta sobre la concepción del espacio cultural, un síntoma interesante surgió en el Plan Nacional de Desarrollo 2019 – 2024 presentado por el Gobierno de México, donde el Indicador 2.9.1., establece reducir el índice de distancia promedio para acceder a eventos artísticos y culturales ofertados por la Secretaría de Cultura de 50km a 5km como meta para 2024.

Ante este objetivo de dudosa procedencia, surgen aún más interrogantes en torno a como pensamos los espacios en donde uno “accede” a eventos artísticos y culturales, y su vínculo en los entornos urbanos. En la Ciudad de México, este indicador pareciera irrelevante ante una conglomeración de recintos gubernamentales, privados, sociales y de muchos tipos, en donde se manifiestan complejas relaciones, procesos, y diversas expresiones culturales y artísticas.

Relacionarnos con lo utópico, los espacios inútiles

En este contexto entre la ocurrencia y la falta de diagnósticos y propuestas en torno a concebir, fortalecer, apoyar, fomentar y permitir la creación de espacios culturales para la expresión artística, las personas resistimos desde la construcción social y colectiva de los territorios de ocio, donde subsisten los sonideros, la apropiación de la plaza pública para la música, la danza o la pinta, el festival de barrio, el espacio cultural independiente, la fiesta patronal,  el jardín para estar, o el puesto de comida en la avenida….en nosotres la ciudad es un derecho que se ejerce con o a pesar del Estado.

Necesitamos comenzar a nombrar, ya que excluir, invisibilizar o no pensar en las políticas del placer y gozo en las ciudades, es condenarnos a las violencias de la alienación laboral, sin la posibilidad de bailar, reír, soñar, compartir, leer, construir. Lo que genera de facto una imposibilidad para hacer, y sentir de maneras diversas. Necesitamos políticas del placer, del espacio y el tiempo que se vinculen con la urbanidad biocultural que habitamos en la ciudad. Políticas que no solo hagan la vida posible sino además que constituyan ejes de vida digna para todas, considerando la dolencia de las personas sin tiempo, sin ganas, sin interés. Salir de la precariedad en donde el goce, el descanso, no hacer nada, se vuelven privilegio.

En Pasaporte Cultural nos preguntamos ¿cómo se conciben dichos espacios culturales tan diversos en México? Y este mapa nos ha dado algunas guías para identificarnos y continuar el debate.

 

Y tú, ¿cómo concibes el espacio cultural en tu ciudad?

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