¿Eras, Eres, Serás?

Volumen Cero

En este poema en prosa, se desarrolla, a modo de confesión, una fuerte voz lírica que asciende a la par de reflejar el comportamiento del hombre a lo largo de la historia; ya personal, ya histórica: ¿animales, niños, hombres, zánganos?, no hay diferencia: la mujer, ¿ese pétalo?; la mujer, siempre culpable.

POR Cecilia Carrera
18 septiembre 2018

¿Eras, Eres, Serás?

Hombres, niños, machos, animales

o zánganos.

¿Quién eres?, ¿con cuál te identificas?, ¿a qué te dedicas?, ¿qué haces?, ¿qué piensas?, ¿qué opinas?, ¿qué sueñas?, ¿qué te motiva?, ¿cuál es tu aspiración?…

Corrección: ¿por qué soy tu aspiración?, ¿por qué meterte a la vida de una reina divina?

Como hombre llegaste, como inocente niño me hablaste; como macho te quedaste; como animal te atraje y como zángano terminaste.

¡Ha! Si así es.

Probablemente fuiste niño. Te convertiste en hombre. Naciste macho, animal te hice, pero como zángano te tengo.

Y fuiste niño porque creíste sería fácil complacerme.

Te convertiste en hombre al momento de mostrar gentileza.

Naciste macho por la maldita herencia de tu padre.

Y te hice animal porque imposible es contenerse a miradas que seducen, al lenguaje que no aturde, a caricias que roban el aliento y a susurros que estremecen aun cuando dicen la verdad en una irremediable mentira.

¿Pero por qué zángano?, ¿por qué no eras y ahora lo eres?

Porque tu aposento no es el mío,

por que quien me escucha no eres tú,

porque a quien recurro no es a ti,

y porque en quien confió no es en ti.

 

¿Piensas? ¡Sí! ¿Cómo zángano? ¿Cómo animal? ¿Cómo macho? ¿Cómo hombre?

¡No!

Como niño.

Porque mientras te mantengo bajo mi hechizo.

te miento en la mirada, pero no con palabras. Te regalo mis labios pero no mis besos; te regalo mi cuerpo pero no mi amor; y sin embargo, me regalas tu alma y yo mi desdicha.

 

¿Piensas? ¿Con que piensan? ¿Te quejas?

(Carcajada indiscreta).

¡Todos se quejan!

 

Pero, excuso decirte; ¿decirles?, ¡sí!, decirles, mis queridos hombres: no por ser gentiles como caballeros, dulces con sus caricias, tímidos con la mirada, solemnes con el alma, tiernos con el corazón, y románticos con la palabra gozan del privilegio de exigir la suavidad de un beso sin cariño.

Niños: no por ser un desastre hormonal, por contar con inocencia, por tener mirada tierna y por ser la burla de la madurez, gozan del privilegio de dirigirse hacia una dama con lujuria y sin vergüenza, elevando lo que abajo estaba.

Machos: no busquen refugiarse en los posos que cavó su padre en las paredes de su progenitora; derecho no les da, porque les cuelguen dos huevos y un pene al igual que al genio más grande de la historia, al inventor de la imprenta, del foco, de la filosofía y de quien portamos su costilla, de pegar, maltratar, gritar, amenazar o intimidar a una mujer.

Animales: no por ser del sexo masculino los convierte en descerebrados sin sentimientos con insaciables deseos; olviden falsos cuentos, ¡pendejos andantes! Tienen dos patas, dos brazos, dos manos, dos pies, huelen con la nariz, besan con la boca, prueban con la lengua, admiran con los ojos, sienten con el corazón, defecan por el ano, piensan con el cerebro, caminan con las piernas. Nosotras por igual.

¡Imbéciles! ¿Creen ser los únicos en sentir el amor? ¿Creen tener el poder de decidir quiénes somos merecidas y quienes desgraciadas?

¡Seres egoístas! De infidelidades permitidas, ¿gozan?. De coito cotidiano. De placeres sin consecuencias.

¿Malditos eran, malditos son y malditos serán?

¡Equivocación!

 

Malditos no eran.

¿Por qué?

Porque hombres eran

niños fueron

Pero en machos y animales los convertimos.

Los dejamos cambiar, los dejamos tocar, los dejamos gritar, pegar, coger, dejar, abandonar.

Sin ninguna consecuencia.

Culpables somos las mujeres.

Divinidad de belleza.

Agua de lujuria.

Sexualidad candente.

Reproducción y descendencia de Afrodita.

Por no exigir ¿nuestro más grande derecho?: ser la delicadeza de un pétalo, la elegancia del aroma de la roja rosa, el florecimiento de la vida.

 

Recuerda niño de quien has nacido.

Recuerda hombre, quién siempre recoge tus lágrimas y te protege con gentileza.

Recuerda macho, la puñalada en el alma y las pesadas lágrimas que solían correr por tus mejillas al ver a tu padre pegarle a tu madre.

Recuerda animal, que a quien tocas sin amor puede ser quien se convierta en la madre de tu hija.

Pero jamás olvides que cuando una mujer te dice al oído lo mucho que te quiere, no lo hace para llevarte a la cama, arrancarte la ropa, resbalar por tu cuerpo, ni tocarte sin sentirte.

 

Zángano.

No eras.

No eres.

Ni serás.

 

No me quejo más, no hay más que decir.

Si soy mujer, culpable soy también.

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