Sin poesía no hay ciudad

Volumen Siete

Acción poética surge como un movimiento de poesía callejera en Monterrey en la década de los noventas. Su fundador, Armando Alanís, comenzó a intervenir bardas y muros en toda la ciudad con fragmentos de poesía. A este movimiento se le ha criticado la falta de ingenio y el derrame de cursilerías, incluso se le ha apuntado como “no poético”. Dina Tunesi pone esto en tela de juicio y reflexiona sobre el rol de la poesía en una metrópoli como lo es Monterrey; para ella, la poesía es ese lugar seguro en el cual nos atrevemos a ser nosotros y donde buscamos que nos entiendan.

POR Dina B. Tunesi
2 marzo 2020

Sin poesía no hay ciudad

Monterrey, Nuevo León: la ciudad de las montañas y, además, de la industria. Todo el mundo lo sabe: Monterrey se mueve veloz; las vías son avenidas rápidas que, en un par de horas, se vuelven una eternidad en tráfico. La ciudad es un monstruo que ruge todo el día, y que incluso, por las noches, sigue en movimiento. Las personas se mueven rápido, manejan y caminan en automático a sus destinos. ¿Cómo sobrevivimos a este andar neurótico que no permite pausar y tomar aire fresco, porque además está contaminado? ¿De verdad tenemos paz?

Soy el tráfico de las siete de la tarde un viernes por la noche. El reloj cambia a 7:05 y pienso que a estas alturas ya se cumplen dos horas de trayecto desde mi universidad. Desesperada y con la angustia de querer saltar fuera del carro y sólo comenzar a caminar, volteo alrededor, como si buscara algo en qué entretenerme. Y ahí, como una revelación a mi derecha, un muro blanco me susurra «Tal vez la eternidad está en los semáforos». Una idea sencilla, obvia ante mis ojos, que, sin embargo, nunca hubiera llegado a condensar si no fuera por la firma de Acción Poética. Siento que mi cuerpo descansa y respira un momento empático.

Acción poética surge como un movimiento de poesía callejera en Monterrey en la década de los noventas. Su fundador, Armando Alanís, comenzó a intervenir bardas y muros en toda la ciudad con fragmentos de poesía. A este movimiento se le ha criticado la falta de ingenio y el derrame de cursilerías, incluso se le ha apuntado como “no poético”. Sin embargo pongo en tela de juicio esto.  La poesía es ese lugar seguro en el cual nos atrevemos a ser nosotros y donde buscamos que nos entiendan.

Las capas y capas de publicidad, colores y los habitantes como personajes protagónicos son el estímulo que puede convertirse en poesía; aquello que está más cerca de nosotros es con lo que más empatía haremos, naturalmente. Es fácil vernos reflejados en una frase como «vérsame los labios».

La ciudad habla, respira; puede ser la materia prima de la poesía: ya lo hemos visto anteriormente en el libro de Alejandro Aura Volver a casa, y en autores más jóvenes como Antonio Alonso Catalán y su Romancero urbano.

Si la poesía se nutre de la ciudad, Acción Poética solamente viene a ser un testimonio más que lo comprueba. Y aquí seguimos en un constante forcejeo contra el soplo y aliento de la ciudad: los autobuses echándonos en cara el polvo que escupen, el ruido de los motores que hacen ronronear el asfalto.

Estos muros blancos y letras negras se nos presentan como apariciones: «¿Salsa roja o salsa verde?» y pienso en las veces que tanto te atosigué para que eligieras tu salsa favorita del Pollo Loco. Aquí están los paréntesis de la ciudad, una base segura en la cual nos adentramos en una burbuja de recuerdos que no pueden quebrar el ruido o el smog.

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