Es materialmente imposible leer todos los libros. Julio Mejía III, con sospecha y cautela, reflexiona sobre qué implican los ejercicios curatoriales, las recomendaciones.
Brevísima nota sobre las listas de los mejores libros
Es materialmente imposible leer todos los libros. En 2016 se registraron 27,940 títulos para ISBN en México, según la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana. Suponiendo que las obras literarias constituyeran un 10% de los títulos, estamos hablando de 2,794 libros. Si una persona leyera, en promedio, un libro a la semana, en un año habría leído 52. A ese ritmo, tomaría poco más de 50 años leer todas las obras literarias publicadas en México en 2016. No perdamos de vista que, según los datos más recientes del Módulo sobre Lectura (MOLEC) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la población lectora de México declaró haber leído 3.3 libros en 2018.
Estos números me hacen sospechar de las listas de “los mejores libros” de un año o de un periodo. ¿Cuánto leyeron quienes las elaboraron? ¿Las listas visibilizan títulos que de otra forma pasarían desapercibidos, o sólo reafirman la tendencia del mercado? La certeza sobre la calidad de un puñado de buenos libros siempre va acompañada del desconocimiento de la gran mayoría de los títulos de editoriales universitarias, de institutos de cultura, de pequeñas editoriales independientes (y digo “pequeñas” porque también hay grandes editoriales independientes, con distribución nacional) y autoediciones con escasa circulación.
Pero esto es increpar a las listas por lo que no son y no pueden ser (un recuento crítico de lo mejor del año), en lugar de reconocer lo que verdaderamente son: una invitación, de parte de quienes las elaboran, para leer un puñado de libros que disfrutaron. Si la lectura, como llegó a decir Jorge Luis Borges, es una forma de la felicidad, ¿tiene algún caso censurar a los listadores? ¿No están en todo su derecho de recomendar los títulos que los hicieron felices, independientemente de que otros pudieron haberles agradado más?
Por mi parte, y tomando en cuenta que 2020 marca el final de la segunda década de este siglo XXI, me permito recomendar tres libros de poesía mexicana que me han marcado en este periodo:
• Antígona González de Sara Uribe: con el pretexto de hablar sobre las desapariciones forzadas en el contexto latinoamericano, esta obra constituye una actualización del mito de Antígona, la mujer que busca darle sepultura a su hermano.
• La sodomía en la Nueva España de Luis Felipe Fabre: el núcleo de este libro lo conforma un auto sacramental que trata sobre los procesos inquisitoriales en contra de homosexuales novohispanos entre 1657 y 1658.
• Anti-Humboldt: Una lectura del Tratado de Libre Comercio de América del Norte de Hugo García Manríquez: un ejercicio de escritura realizado sobre el TLCAN, de manera que podemos leer, de manera simultánea, el poema de Hugo García Manríquez y el documento técnico que entró en vigor en enero de 1994.
Los tres libros son, en apariencia, muy diferentes: Antígona González está escrito en prosa, La sodomía en la Nueva España está escrita en verso, y el Anti-Humboldt escapa ambas clasificaciones. Pero las convergencias son, aunque menos obvias, mucho más profundas: hay un trabajo a partir de materiales verbales “ajenos” y comentarios políticos que no se acercan ni remotamente al panfleto. Los tres libros desafían los prejuicios sobre lo que convencionalmente se considera poético, y muestran nuevas maneras de entender la escritura.
Me gustaría acompañar cada recomendación de un análisis más amplio que justifique por qué son esas tres obras y no otras pero, siendo la vida tan corta y la lista de pendientes tan larga, ¿por qué leer mis comentarios en lugar de ir directamente por los libros?
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