Camino a la fragmentación: entrevista a Francisco Abad

Volumen Tres

Para el maestro Francisco Abad, «no hay coherencia en nuestras cosas. Estamos completamente rotos en muchas cosas porque primero queremos agradar: es lo que busca la sociedad de consumo; que agrades a través de consumir y nos hace olvidar cuestiones importantes como la espiritualidad y el arte.» Dina Tunesi dialoga con él en esta entrevista exclusiva para Vocanova, donde platican acerca de la fragmentación en nuestra sociedad.

POR Dina B. Tunesi
6 mayo 2019

Camino a la fragmentación: entrevista a Francisco Abad

Algunas personas están destinadas a ser mentores de los jóvenes, otras simplemente se satisfacen al cumplir con sus horas de trabajo. No es el caso de Francisco Abad. Graduado del Tecnológico de Monterrey en arquitectura, se une al equipo docente de CEDART “Alfonso Reyes” en los noventas.

En el 2015 fue mi maestro de Historia del Arte y al año siguiente de la materia Estética I y II. En alguna ocasión, el grupo de Artes Plásticas discutíamos, Paco resaltó la composición que hacía nuestra generación: ensamblajes de rostros en distintas dimensiones, dibujos de manos sujetando objetos que se deshacen, pinturas de ojos… «Cada vez se hacen más fragmentadas las generaciones», recuerdo que dijo. En ese entonces fue algo que tomé por hecho sin cuestionarlo. No fue sino hasta carrera, y tras exhaustivas lecturas de filósofos contemporáneos, que caí en cuenta que hay una razón más perversa que repercute directamente en nosotros. Fue así mi primer acercamiento a esta consulta que decidí llevar al papel.

Contacté a Paco, ahora gran amigo, y me cedió de su poco tiempo libre para dar espacio a las siguientes reflexiones. Nos encontramos en mi antigua preparatoria y solamente puedo pensar que es como volver a casa después de un largo viaje para reponer pilas.

Nos instalamos en mi antiguo salón de dibujo, entre infinitos cuadros que esperan ser terminados; un sentimiento nos invadió: en aquel lugar, el tiempo ya no transcurre igual.

Me gustaría saber: ¿cómo fue que empezaste en la docencia del arte? Sé que eres arquitecto, pero, ¿cómo fue que te inclinaste más por estas materias de teoría del arte?

Estudié arquitectura en el Tecnológico de Monterrey y luego estuve ejerciendo como arquitecto. Pero toda la vida tomé clases de arte porque mi mamá es artista. En cierto momento tomé alguna clase de tapiz contemporáneo. Cuando estaba trabajando para lo que en ese entonces era Hojalata y Lámina, que ahorita se llama Ternium, puse una tienda. Una tienda de artesanías (según yo) muy fuera de lo común. Artesanías artísticas. Ahí en esa pequeña tienda, que estaba en cumbres, se ponía lo que yo hacía de tapiz contemporáneo. En algún momento, en la parte superior de la tienda (era como un centro comercial), se puso una maestra de cerámica. Ella tenía amigos que también les gustaba el textil. En algún momento supieron de mi, vinieron a verme y me invitaron a una exposición. Había muy poca gente que se dedicada al tapiz contemporáneo aquí en Monterrey. Y participé. Gustó mucho lo que hice y unos de los encargados de la cultura de Nuevo León me invitó a una exposición individual para Gobierno del Estado. En algo que se llamaba Casa de las Artesanías, y ya no existe. Entonces hice la exposición y tuvo mucho éxito; se vendió todo. A él le causó mucha sorpresa. Iba a haber a nivel nacional un concurso de tapiz contemporáneo y me dijo que querían que fuera en representación de Nuevo León. Y yo pensé: «no tengo todas las bases, pero bueno claro que sí le entro». Y mandé una obra que hice muy grande. Para mi sorpresa ganó el primer lugar. Mucha gente piensa que yo entré aquí [a CEDART “Alfonso Reyes”] por mi mamá, la maestra Hilda, que fue fundadora de CEDART. Pero en realidad se me habló por parte de Bellas Artes porque se iba a abrir la carrera de Profesional Medio y querían gente para que ejerciera dentro de la carrera. Entonces yo entré a dar clases como preparación un año y medio antes de que se abriera la carrera. Estuve en bachillerato. Ahí empezó mi gusto por la docencia. Cuando comienza Profesional Medio fui de los fundadores y se me dieron muchas horas y empecé a dar clases. Me apasioné de esta cuestión. Después estuve como productor; trabajé para galerías y tuve mucho éxito: vendía todo. De lo que es ahorita el Centro de las Artes, cuando el director supo que gané el primer lugar me invitó a hacer una exposición individual ahí. Acepté pero no le dije que cambié. No me introduje tanto en el tapiz contemporáneo, sino que empecé a hacer una combinación de cerámica con madera y pintura. Se hizo la exposición y pues también tuvo mucho éxito. De ahí me agarraron galeristas y empecé a trabajar para ellos. Mucha venta. Tuve mucho éxito pero la docencia me ganó. No por lo económico porque no es por ahí, sino me gano el hecho de estar en contacto con gente joven con ganas de aprender y como que salió ahí mi parte paternal. Me enfoqué mucho en la docencia; tanto así que llegó un momento que tenía cuarenta y dos horas de clase y me ganó gran parte del tiempo. Abandoné después de muchos años las galerías.

¿En qué año fue, más o menos, antes de que iniciara Profesional Medio, cuando iniciaste en Bachillerato? 

Fue en el 92 o 93.

Y, por ejemplo, me acuerdo bastante que nos mencionaste algo así como lo fragmentadas que se iban haciendo —en cuanto a expresión visual—, las generaciones. ¿Hay una diferencia de esa primera generación a las actuales?

La fragmentación, alguna vez lo comentamos, es parte, al menos para mí, de nuestro tiempo. El mundo cada vez se fragmenta más y las generaciones también. Y la obra que hacen los muchachos, dentro de las carreras de arte, refleja mucho esta fragmentación. Esta puede ser simbólica, psicológica o incluso física. Si vemos gran parte de la obra contemporánea contiene este sentido. En México tiene una fuerza mayor porque nuestros antepasados prehispánicos, que todos tenemos por ahí sangre prehispánica, era parte de su expresión, el fragmentar. Tenemos desde la Coyolxauhqui fragmentada y sus expresiones y códices, todo era de esta forma. Esto todavía nos duplica la necesidad de fragmentación en la producción. Naturalmente entre más jóvenes las generaciones pues van fragmentando todavía más. Estamos en una época en la que todo lo fragmentamos: la idea de la unión cada vez es más ambigua; fruto de todo lo que nos hace una sociedad de consumo, un sistema donde se aprecia la cuestión de los datos. Los datos son tan importante hoy en día más que la unidad. Sin embargo, estos no nos dan nada. El conocimiento no lo podemos tener a través de los datos que nos otorgan los celulares, redes sociales. Son completamente fríos y que están descontextualizados, deshumanizados. La acumulación de datos y de toda la información que tenemos no nos aporta sabiduría. El saber necesita arropar, arrullar, empollar con tiempo. Toda esta información si la contextualizamos y la analizamos, la meditamos nos puede dar mucha sabiduría. Todo esto hace que nos fragmentemos cada vez más.

¿Crees que ese tipo de fragmentación sea repercusión de esta desensibilización que está sufriendo, pero que además está intentando sobrevivir, en la forma de la expresión del arte?

Definitivamente es un espejo de lo que sucede en nuestra sociedad. Si tú hablas con algún psiquiatra o psicólogo te asegurarán que hay muchas enfermedades en las sociedades actuales. Todo esto se debe a que no hay coherencia en nuestras cosas. Estamos completamente rotos en muchas cosas porque primero queremos agradar: es lo que busca la sociedad de consumo; que agrades a través de consumir y nos hace olvidar cuestiones importantes como la espiritualidad y el arte. El arte y el consumo son cosas completamente opuestas. Tenemos toda esta cuestión histórica. Por ejemplo, en la Edad Media: la religión católica también fragmenta; los pies de Cristo, las manos del Redentor ¡cortadas! o el Sagrado Corazón saliendo del cuerpo. Es una fragmentación simbólica. Después atravesamos una época muy fuerte aquí donde hay fragmentación física: cuando aparecen descabezados y gente por todos lados. Era terrible, ¿no? La cuestión de la fragmentación psicológica es esto que tenemos de querer ser muchas cosas a la vez; todo para encajar en un mundo que cada vez nos hace más dispersos.

Ahora que dices eso me pongo a pensar en la muerte de los grandes relatos. En el que nos volvemos personas que necesitan hacer todo al mismo tiempo…

Esto de los grandes relatos es algo que está sucediendo. Pasamos a los micro relatos. Como docente tengo mucho problema porque no puedo hacer presentaciones largas. Todo es corto y cambiar constantemente para poder captar la atención de los jóvenes. Precisamente así es el mundo: estamos acostumbrados a las cosas rápidas y fáciles.

En esta producción de arte que estás viendo en tu día a día, ¿sientes que hay una necesidad de producir más por “producir más”, de estar fragmentando vacíamente las piezas?, ¿o crees que tenga alguna repercusión más profunda? 

Creo que los muchachos no se dan cuenta. No están conscientes, generalmente, sino que lo hacen de una forma automáticamente. Se expresan fragmentado porque así es su mundo. Tal vez ni siquiera se han dado cuenta. Pero si el arte es una expresión de nosotros mismos y el contexto que vivimos, pues tiene que haber una fragmentación; de alguna u otra forma sale. No es que sea así súper profundo o un ejercicio que quieran hacer los muchachos. Más bien es algo muy natural.

¿Crees que sea alarmante?

Sí. Si seguimos en esta cuestión de ignorar lo que pasa en el mundo por cuestiones narcisistas, por ejemplo, ¡es terrible! El mundo se nos va a acabar. Por poner un ejemplo: Donald Trump dice «No existe el calentamiento global. Es una mentira». Pero vemos que los polos se derriten. El narcicismo no deja ver más allá. Un narciso te puede reconocer si tu le reflejas, como el lago, una imagen descompuesta, fragmentada. Una imagen distorsionada de la realidad. Entonces existes para el narciso…. Si el mundo se hunde en el narcicismo, como sucede ahora, en solamente pensar en el “yo” y no en la unidad (todos como uno) sino en la fragmentación del “yo” como unidad principal, el mundo se nos acaba. No hay otra. La tierra se va a calentar en exceso, las especies se van a acabar. Necesita haber algo… un romanticismo que hubo en cierta época. Para poder terminar con esto.

Creo que una de las mayores formas de fragmentación son los diferentes “yos”. «Yo soy importante y tú no me importas. Mientras yo esté bien…» No es importante entonces la unidad.

¿Están repitiéndose patrones al momento de producir piezas? Es decir, debido a esta fragmentación, de esta preocupación del “yo”, que se puedan repetir patrones, y ya no sea un trabajo original…

Fíjate es bien chistoso, digo, lo noto porque estoy en la docencia, pero ha habido generaciones, por ejemplo, en los noventas, fueron ¡fetos! Fetos colgando, fetos por todas partes. Cuestiones que rotan después hacia otras estilísticas o temáticas muy diferentes. Pero la fragmentación creo que no tiene nada que ver la originalidad. Puedes fragmentar y ser súper original o no. Simplemente es una reacción de ti mismo hacia una representación visual.

¿Piensas que la fragmentación tiene una repercusión en pérdidas de identidad en los alumnos o a que lo atribuyes? 

Definitivamente hay una pérdida de identidad. Si llamamos identidad a la unidad de cada quien, unidad con algo, obviamente la fragmentación va en contra de esta identidad. Creo que es parte de la problemática actual. En los alumnos la siento bien presente.

Ya para finalizar: ¿qué es lo que consideras que podemos hacer para evitar esta fragmentación, ya que estamos en esta era de conocimiento? 

Bien. Como tu lo has dicho: estamos en la era del conocimiento. Leeré algo que escribe José Ángel Maldonado que me parece acertado para responder tu pregunta: «Es como un nuevo bien que todos perseguimos. Aun cuando no cabe afirmar que haya reemplazado por completo el lugar que ocupa el dinero en nuestra escala de bienes, sí podemos decir que alcanzar este último esta supeditado a la adquisición de conocimiento. Sin conocimiento no hay trabajo. Sin propuestas de investigación que amplíen los horizontes del conocimiento no hay financiación. El conocimiento se alza hoy en día como el bien mejor y más valorado, como el más reconocido, el más noble. Desde luego esto no es lo mismo que decir que es el bien más popular y perseguido. Si así fuera otro sería el mundo en el que vivimos. En todo caso esto es una buena señal. La actividad humana se inclina hacia el cultivo de los saberes. Por fin el ser humano está concentrado en desarrollar lo más característico de su condición: ser racional o por lo menos intentar serlo. Así las cosas: el panorama se nos presenta esperanzador. Un mundo pensado  y apoyado firmemente en los pilares del saber promete sin duda un futuro mejor. Pero esta buena señal se diluye cuando observamos con detalle cómo es el conocimiento que se ha empezado a valorar y difundir. La gran promesa se derrumba cuando descubrimos con asombro y perplejidad que estamos en un mundo de saberes fragmentados. La información se difunde a la velocidad de la realidad virtual y los medios masivos de comunicación. Pero viene sin ser analizada sin el marco contextual en el que acontece. El saber nos llega separado, disgregado, fuera de contexto. Y para agregar más drama al asunto nos llega en cantidades increíblemente grandes; desmesuradas. Todo se multiplica día a día sin permitir que reflexionemos. Todo se especializa cada vez más, se fragmenta. También los lenguajes se hacen más exclusivos. No por nada esta época se ve como una torre de Babel que ni la simplicidad del inglés, lenguaje universal, logra derribar. El panorama se puede oscurecer aún más cuando se piensa en los efectos perversos de tal fragmentación. Ya no habitamos lo real, sino que representamos un alegre e ignorante montaje o un simulacro. Solo si desandamos el camino de la fragmentación de saberes y abrimos espacio a la reflexión, a la asimilación del conocimiento y a marcar los datos y estadísticas u datos en un contexto real y verdadero podremos construir el mundo esperado en el cual la posesión del saber representará realmente una vida mejor.»

Todo es cuestión de que estemos conscientes y recuperemos la reflexión y espiritualidad…

***

Y así reinicio de nuevo la vida universitaria tras un paréntesis nostálgico: un dialogo reflexivo con una persona especialmente reconciliada con sus emociones y una conclusión que inspira tranquilidad y motivación.

Las pinturas de los salones irán cambiando con los grupos que las trazan, pero los maestros se quedan para presenciar la [des]fragmentación.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Artículos similares

Cine para todos

Volumen nueve
Los cines han sobrevivido crisis económicas; nunca han cerrado por completo. No cerraron siquiera durante la Gran Depresión; al contrario, prosperaron. Tampoco durante la Segunda Guerra Mundial, aunque muchos de los filmes proyectados durante esa…

He visto tanto Netflix que creo que mis ojos están dejando de servir

Volumen Nueve
Andrea Zuñiga nos comparte las series de televisión que la han mantenido con vida en este confinamiento; cuidado: pueden hacer que los ojos de una dejen de servir.

La Carta

Volumen Tres
Ernesto Dávila relata un amor en los tiempos de la revolución mexicana.

Pandemioscopio: miradas alternas

Volumen Nueve
El mundo entero cabe en un caleidoscopio, si lo pensamos bien. Abanico de posibilidades que se abre y cierra; una y otra vez, a un ritmo, en ciclos. Parecemos olvidarlo, pero también nosotros nos movemos…

El trazo y la palabra

Volumen Cero
De todas las artes, la más solitaria, es la poesía; la más inalcanzable, quizá: pero aún así, platónica o no, cuando estamos frente a ella, nos acecha una nostalgia ajena, nos reconocemos en las palabras.…

Animales de granja

Volumen Cuatro
Dos poemas por Francisco Aguilar.

Volumen Ocho
José Acevedo hace un recuentos de seis extraordinarias directoras de cine que quizá se excluya de la filmografía "mainstream" por, precisamente, ser mujeres. Esta presente lista busca resaltar aquellas producciones dirigidas por mujeres que se…

Dos Poemas

Volumen Ocho
Dos poemas de Francisco Aguilar

Análisis de riesgo

Volumen Diecisiete
Un poema de Rebeca Leal Singer.