Mishelle Muñoz se hace una pregunta que en medio de la pausa, de la pandemia por el nuevo coronavirus, muchas personas pasan por alto: ¿qué les pasará a los museos?, ¿por qué nos gustan?
¿Por qué me gustan los museos?
Diariamente surgen análisis, prospectivas; augurios de los que nos espera el futuro próximo, de cómo cambiarán las condiciones sociales y la vida en comunidad. Especialmente en el ámbito cultural, hay iniciativas que buscan delinear y comprender desde la sociedad civil, la academia o el gobierno, el escenario en el que nos encontramos.
Dando tumbos, en medio de la falta de datos, abrumada por la inmensidad de la información, fatigada por la exigencia de las metodologías rigurosas, recurro a la memoria, indagando una pregunta que a menudo me hacen y que me embarga desde que comenzó el confinamiento: ¿por qué me gustan los museos?
Los museos son espacios increíblemente diversos en sus fines y maneras de organizarse, en cómo se conforman y definen, en sus relaciones con sus comunidades, territorio y contexto cultural y social en el que se desarrollan. Pero hay algo más allá.
Aludiendo a la misión formativa del museo, muchas escuelas desde temprana edad inician visitas grupales a museos. Probablemente uno de nuestros primeros recuerdos sea copiando textos de fichas en las salas, haciendo fila, esperando a que los compañeros y visitantes vayan avanzando y nos permitan echar un vistazo y tener tiempo suficiente para cumplir con la tarea asignada. Conforme crecemos, también vamos eligiendo o expresando lo que nos gusta, cómo queremos pasar el tiempo, configurando quienes queremos ser.
Tuve la fortuna de tener una abuela que, desde muy pequeña, de manera intuitiva, me inculcaba la exploración de ideas y sobre todo de lugares. Viajar para describir, conocer y asombrarme. Los primeros espacios museísticos que visité fueron en la Ciudad de México, y después recorriendo diversos estados del país.
Me doy cuenta de que los museos son parte de mi memoria y de cómo ahí pude hallar conceptos, debates, espacios únicos. He podido descubrir museos íntimos; pequeños; en casas; en antiguos complejos industriales; museos con grandes jardines, con estructuras monumentales o incluso museos sin paredes. Espacios que me han permitido aprender desde la imagen, el objeto, la interacción, y también desaprender desde el tacto, la observación o la escucha, desmoronando concepciones y creencias.
No alcanzo a avizorar como cambiarán los museos, los espacios culturales, la vida en comunidad, el goce y disfrute en colectivo, pero me pregunto ¿cómo recordarán los niños y niñas estos momentos?, ¿cuántos museos ya no volverán a ser los mismos?, ¿cuántos museos van a emerger?
Tal vez sean de los últimos espacios laicos y no comerciales donde la contemplación colectiva puede aún suscitarse sin la presión de ir acompañados, comprando o estando conectados frente a una pantalla.
Y a ti, ¿por qué te gustan los museos?
El Monstruo de la Laguna Verde Ecologista de México
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