El antes y el después de la época de Oro a través de ‘¡Vámonos con Pancho Villa!’ y ‘Canoa: memoria de un hecho vergonzoso.’

Volumen Dos

El director de cine, Marcelo Galán, analiza en este breve ensayo dos películas del cine mexicano: "¡Vámonos con Pancho Villa!" (1936), un clásico situado en la revolución mexicana y "Canoa: memoria de un hecho vergonzoso" (1976), un drama histórico basado en una tragedia que sucede a unos días de la Masacre de Tlatelolco. Con una perspectiva deontológica, nos arroja conclusiones sobre lo que el cine puede representar para nuestra sociedad; y para entender la historia de nuestro país.

POR Marcelo Galán Gutiérrez
4 marzo 2019

El antes y el después de la época de Oro a través de ‘¡Vámonos con Pancho Villa!’ y ‘Canoa: memoria de un hecho vergonzoso.’

El antes y el después de la época de Oro a través de ¡Vámonos con Pancho Villa! y Canoa: memoria de un hecho vergonzoso. 

En el norte del país crecimos consumiendo cine estadounidense; un cine de gran presupuesto acompañado de una publicidad difícil de ignorar. Pero ese cine nunca fue un reflejo de lo que vivíamos: servía más bien como un escape. Así nos tocó a nosotros; aprendimos imitando a los vecinos. En teoría el cine es un reflejo de su sociedad, ¿pero será este el caso en México?

Con excepción de las grandes películas del Nuevo Cine Mexicano y las comedias románticas comerciales, yo no sabía nada sobre cine nacional, hasta que comencé a investigar su historia y me tope con grandes joyas como: El compadre Mendoza (1934), La diosa arrodillada (1947), Los Olvidados (1950), La fórmula secreta (1965), Llámenme Mike (1979), Cronos (1993), entre otras. Estas películas se sienten mucho más cercanas a nuestra forma de vivir y al mismo tiempo generan escapes llenos de nutrientes filosóficos.

Para este texto escogí dos de ellas: ¡Vámonos con Pancho Villa! (1936) un clásico situado en la revolución mexicana y Canoa: memoria de un hecho vergonzoso (1976) un drama histórico basado en una tragedia que sucede a unos días de la Masacre de Tlatelolco. Estas dos películas nos exhiben la deontología del poder y la ignorancia colectiva; y así, pretendo compararlas y encontrar coincidencias y contradicciones que nos ayuden a vislumbrar la evolución del cine mexicano.

¡Vámonos con Pancho Villa! fue realizada por el pionero Fernando de Fuentes, basada en la novela de Rafael F. Muñoz y filmada por el legendario Gabriel Figueroa. Vámonos fue una de las primeras superproducciones mexicanas, tuvo financiamiento privado y gubernamental donde el ejército presto tropas, municiones, caballos, trenes etcétera… La historia sigue a un grupo de hombres que quiere unirse a la causa Villista. A Francisco Villa lo introducen como a un hombre íntegro que al ir cumpliendo sus objetivos se va corrompiendo al punto de perder su moral. La representación de Villa fue tan controversial que se le agrego un preámbulo:

“Esta película es un homenaje a la lealtad y el calor que Francisco Villa, el desconcertante rebelde mexicano, supo infundir en los guerrilleros que le siguieron. De la crueldad de algunas de sus escenas no debe culparse ni a un bando ni a un pueblo, pues recuerda una época trágica que lo mismo ensangrentó las montañas de México que los campos de Flandes y los valles pacíficos de Francia.”

La película era tan anti-villista que se habla de una censura gubernamental donde se eliminó una última escena en la que Villa sigue a Tiburcio a su rancho para matarlo. Supuestamente el gobierno Cardenista no estaba de acuerdo con la conversión de Villa como villano principal. Encontré la escena en internet y sorprendentemente la película funciona mejor sin ella y no por la representación de Villa, sino por que cae en el melodrama y rompe con el tono general de la película.

“La última película mexicana que trata honestamente el pasado reciente del país” describe el crítico Carl J. Mora una película que “desnitrifica fríamente la revolución.”

La primer secuencia de esta película es muy parecida a la de Bastardos sin Gloria (2009) en términos narrativos, pero en forma son casi opuestas. Por ejemplo, en esta película la representación de la violencia es muy casual y sorprendentemente cómica. Esta mezcla de tonos la hace muy particular, se siente como un documental y al mismo tiempo una comedia. ¿Será esto uno de los aspectos del mexicano; encontrar humor dentro de lo trágico?

La mayoría de los personajes se unen a la guerra para poder demostrar su valentía, lo que me pareció un poco absurdo (¿tal vez fue igual en nuestra revolución?).  En una escena lo llevan al límite. Los Dorados de Villa festejan en la cantina hasta que uno de ellos dice:

—¿Ya se fijaron cuantos somos? Trece. Es de mala suerte, siempre que se sientan trece en la mesa uno se muere, yo mejor me voy.

El otro responde:

— Eso sí que no, aquí nadie se raja y si alguno ha de morirse, vamos a ver ahorita mismo a quién le toca.

—¿Pero cómo?

— Muy sencillo, aquí está sobrando uno ¿verdad? Pues apagamos la luz y aventamos la pistola para arriba en medio de todos, el que tenga más miedo será quien recibirá el plomazo y así nada más quedaremos doce. 

—Un momento, un momento, eso es una estupidez… Pero si se trata de probar nuestras agallas. Los Leones de San Pablo no se rajan.

Apagan la luz, tiran el revolver al aire y el plomazo lo recibe El Panzón.

— Nomás esta herido. No valió, no hubo muerto.

El Panzón presionando su herida les dice:

— Con uno basta y para que vean el miedo que tengo. Fíjense como se muere un León de San Pablo.

Agarra el revólver y se da un balazo en la cabeza. Tiburcio lamenta la pérdida de su amigo y les dice a los demás: 

— Ahora sí que fue al revés, le toco al más valiente.

Es una gran escena de la cual no estoy seguro si ¿critica o glorifica al macho mexicano?

40 años más tarde sale en cartelera una película que por fin se aleja de sentimentalismos. Canoa: memorias de un hecho vergonzoso (1976) de Felipe Cazals y gana el Oso de plata del festival de Berlín. En 2017 se presentó en el mismo festival con una versión restaurada por la empresa estadounidense Criterion Collection en colaboración con el Instituto Mexicano de Cinematografía y con apoyo de cineastas como Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón.

La película se mantiene vigente por su objetividad ante los hechos y por su uso del lenguaje cinematográfico. Está basada en una tragedia que les sucede a cinco jóvenes trabajadores de la Universidad Autónoma de Puebla: salen rumbo a La Malinche pero debido al mal tiempo piden refugio en el poblado de San Miguel Canoa. Por causa de la paranoia religiosa que tiene el pueblo, en gran parte incitada por el señor cura, los confunden con comunistas y deciden lincharlos; tres mueren y dos sobreviven.

Canoa tiene un lenguaje peculiar donde la historia se cuenta con saltos en el tiempo y asemeja aspectos del documental, cine de terror, thriller, drama social y drama histórico. También cuenta con uno de los grandes antagonista del cine nacional, El señor cura que Cazals describe como “El representante de la fe, que no se puede cuestionar.” “…la población obedece a lo que dice, lo que manda, lo que cuestiona y lo que cobra.” Cazals en entrevista con Cuarón dice: “Canoa tiene un ingrediente que no tenían las demás películas, un ingrediente que es la operación de maldad, abierta, franca, sin manera de tamizarla, del gobierno y de la fe.”

Canoa tiene un narrador que de manera muy neutra describe hechos: “San Miguel Canoa 1968. Cinco mil novecientos cuarenta y cinco habitantes. Muchos no hablan español, la mayoría es analfabeta o semi analfabeta, está a solo 12 km de Puebla, la capital del estado…” Cuarón confiesa que tomo este elemento del narrador para utilizarlo en su película Y tu Mamá También (2001).

En la historia el señor cura se encuentra preocupado con las manifestaciones ya que pueden resultar en un cambio de gobierno que termine quitándole el control de su pueblo. Por eso les impone a los habitantes la idea de que los estudiantes son unos comunistas que vienen a quitarles todo. Mucha gente no estaba en desacuerdo con el padre como el campesino interpretado por Salvador Sánchez, quien le habla directo a la cámara: “Ya no tienen juicio, que caso le hacen al padre. ¿Que nos van a quitar? no tenemos nada. Pero lo dije; el pueblo trae susto ya de anterior, de veras feo.” ¿Que tan diferentes somos a ese pueblo propenso a la superstición?

Al establecer el contexto, la película avanza y cambia a un formato propio de la ficción. Se introducen las víctimas: unos jóvenes empleados de la universidad que planean una excursión a La Malinche. Los vemos tener una discusión:

— Yo personalmente estoy con los estudiantes, sé que hay errores, que se alocan, pero en el fondo lo que buscan es positivo para el pueblo. —dice uno.

— Lo que pasa es que nosotros somos trabajadores y yo creo que los trabajadores no se han compenetrado con los estudiantes, el trabajador es uno, el estudiante es otro, nos respetan y los respetamos pero somos muy aparte. —responde el otro.

—¿Por qué? Vivimos en el mismo lugar y hasta trabajamos en el mismo lugar.

Esta conversación pudo haber sucedido hace unos años discutiendo el movimiento YoSoy132 o los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa.

Ambas películas se encuentran dentro de la lista de las mejores películas mexicanas. ¿Pero que nos dicen de nosotros? Existen varias semejanzas a pesar de que una sucede antes de la Época de oro del cine mexicano y la otra después. Algunas semejanzas son vergonzosas como la ausencia profunda de mujeres, otras son analíticas como la representación del poder como fuerza antagónica y otras se manifiestan en estilo como el mostrar las consecuencias de la violencia. En fin, ambas películas son esenciales para entender la historia de nuestro cine y la historia de nuestro país.

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