La prostitución en la trampa de la pobreza

Volumen Ocho

La prostitución, además de soportar el recurrente asecho moral de la religión y acarrear la estigmatización social, soportan un sin número de peligros y abusos que trastocan y niegan su derecho a la vida digna. Sebastián Irigoyen analiza cómo fue que la prostitución llegó a constituirse como una industria en diversas latitudes y de un dinamismo simétrico en términos economicos.

POR Sebastián Irigoyen
4 mayo 2020

La prostitución en la trampa de la pobreza

La prostitución, además de soportar el recurrente asecho moral de la religión y acarrear la estigmatización social, soportan un sin número de peligros y abusos que trastocan y niegan su derecho a la vida digna. Hoy la prostitución coexiste en una suerte de desregularización y explotación sin precedentes, en la que constantemente se ignoran las causas socioeconómicas que han orillado a la población global de los estratos más vulnerables al recurrir a esta práctica como medio de supervivencia, que de manera errónea en ocasiones se plantea como parte de una decisión individual, en la libertad de elección bajo los excesos de la posición liberal.

El estudio de la prostitución desde el enfoque de la economía política nos permite identificar una doble representación simbólica como sistémica sobre este fenómeno, en donde, por un lado, esta se configurada desde una nomenclatura del patriarcado contemporáneo, y por otro, obedece la lógica de explotación del sistema capitalista de magnitudes globales.

¿Cómo llegó a constituirse la prostitución como una industria en diversas latitudes y de un dinamismo simétrico? Para profundizar el entendimiento de la lógica de este mercado tan complejo, es necesario resaltar que su narrativa moderna comienza desde la década de los años sesenta, cuando la sexualidad toma un protagonismo central en el imaginario colectivo desde la liberalización sexual, y esta se vuelve parte de la industria cultural occidental.

Si bien la sexualidad según el enfoque de Wilhem Reich (prominente discípulo de Sigmund Freud), tiene la capacidad de definirse como una energía fuertemente emancipadora, la propuesta que se edificó en la revolución sexual de 1968, para los años siguientes distó de ser una oferta homogénea entre los géneros masculino y femenino, y esta, terminó imponiendo un contrato sexual en donde la imagen femenina sería sometida, amordazada y apropiada por el hombre. Posteriormente por el mercado.

Por otro lado, esta forma de supuesta y aparente emancipación es explotada desde el proyecto neoliberal, espacio político y económico que permite enlazar y proyectar de manera global la representación de la mujer en una tónica de hipersexualización en una hipermodernidad. Esta conversión y construcción artificiosa se inscribe con mayor aceleración desde la publicidad, la industria de la moda, el cine, la televisión, la música y la pornografía de la década delos ochenta. La prostitución del siglo XXI, es producto de una configuración que se edifica desde un proceso de grandes campañas publicitarias en manos de la industria cultural occidental, como parte de un proceso de intensa legitimación, con el fin de normalizar esta práctica en escenarios de los países periféricos y sub desarrollados donde las fragilidades sociales son aún más sensibles que en los países centrales,  por lo que la prostitución se extiende de manera proporcional a los volúmenes de pobreza y marginación como salida lateral a la miseria

El devenir de las estructuras económicas de tardía industrialización y economías primario exportadoras (donde se concentran altos niveles de desigualdad y pobreza multidimensional) vivieron un proceso de destrucción crítica en la era de aperturismo económico de finales del siglo XX, en donde luego de la pérdida de su patrimonio nacional y dinamismo económico (con la crisis del pago de la deuda de los años setenta), las industrias locales experimentan una crisis que deploraría las condiciones de vida de la población. En Latinoamérica, por ilustrar dicho fenómeno, además de la creciente industria del narcotráfico en la década de los noventa, se instaura la explotación sexual como parte del desarrollo de economías paralelas o subterráneas. Saskia Sassen, en “Actores y espacios laborales de la globalización” denunciaría estos hechos, como resultado de un agotamiento prematuro del modelo del libre mercado que irrumpiría en la descomposición económica con gran aceleración, formando una nueva clase de servidumbre de explotación sexual internacional, legitimada en una especie de circuitos “semi-institucionalizados”, de corrupción, fragilidad institucional y falta de gobernabilidad alojada en el turismo sexual.

Cabe mencionar que la prostitución no es un fenómeno social espontáneo, y el que la población desemboque en estas actividades ha sido parte de una razón estructural, la cual se deriva de diversas trampas de pobreza que emergen del modelo neoliberal, en donde además ha contribuido a la preservación de las desigualdades, la precarización de las condiciones laborales, desvaneciendo la movilidad social y en cuya esperanza ilusoria queda el ascenso social desde la mercantilización y transacción del cuerpo. Por lo que es necesario advertir que la normalización y desatención sobre el fenómeno de la prostitución ha dado un salto erróneo de quienes buscan desde la re-significación del lenguaje, su legitimización, ocultando desde una doble moral, desviar de la atención las condiciones de explotación que militan en dicha práctica.

Por otro lado, desde un marco interpretativo y crítico Judith Butler ha mencionado que no debe criminalizarse a quien es el sujeto de explotación, en este caso a la prostituta, por el contrario, lo que se debe permanentemente de cuestionar es la institución como elemento causal que permite que existan personas explotadas sexualmente sin que estas reciban algún amparo, y que ante esta nula mediación institucional se tolere la reproducción de la pobreza y explotación.

Los escritos de Louis Althusser traen a la discusión sobre la visión moral y ética con el debate de dos visiones políticas cristalizadas en el liberalismo de David Hume y Locke, y por otra parte en el Contrato Social de Rousseau. Ambas posiciones permitirán entender en una mejor dimensión las acotaciones del problema de la prostitución, donde la visión liberal. Locke, por su parte enuncia en su “Tratado sobre el gobierno civil”, que el ser humano debe de gozar tanta libertad, para ejercer sus decisiones al punto de poder llegar a alquilar su propio cuerpo, en contraposición de este enunciado Rousseau sostiene que un individuo no puede decretar su propia esclavitud, ni puede mercantilizar su propio cuerpo, dado que de hacerlo perdería su condición de humanidad, por lo que es necesario y pertinente traer el concepto de justicia y equidad para con el fin de calibrar una decisión en el sentido ético y moral. En este sentido tanto John Rawls en “Justicia como Equidad” y Johh Roemer en “Igualdad de Oportunidades”, se permiten analizar la toma de decisiones de los individuos desde las condiciones en donde se encuentran, trascendiendo la visión unidimensional del liberalismo económico que las ignora.

La prostitución en el siglo XXI debe analizarse desde el panorama de una fase de hipercapitalismo, en donde subsisten diversas formas de dominación impersonal y de explotación, bajo esta condición Saskia Sassen define que la prostitución en este periodo actual de sobre explotación acude la articulación de un conjunto de “expulsiones” en donde la pobreza y el desempleo estructural de largo plazo hace que la agudización de la pobreza desvanezcan no solo las oportunidades  y libertades de elección, sino que orilla a los individuos a recurrir a una transacción del cuerpo como mercancía. El proceso de expulsión enunciado que la prostitución sufre, lo hace desde sus diversos sectores, latitudes, comunidades y entornos. Ellxs son expulsados de sus expectativas de vida, de la igualdad de oportunidades de sus decisiones y alternativas. Esta expulsión no es parte de un contrato de libertades consensuadas, sino de una relación de explotación preservado por un sistema económico excluyente que niega derechos y que cosifica al cuerpo en una trampa perpetua de pobreza.

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