Las mujeres en los medios

Volumen Ocho

¿Los medios toman en serio a las mujeres? No: suelen mostrarse negativos ante la imagen de las mujeres y generan presión social para que las mujeres se ajusten a ideales masculinos. Majo Goba reflexiona en torno a la imagen de la mujer que los medios representan y cómo ha evolucionado...si acaso.

POR Majo Goba
4 mayo 2020

Las mujeres en los medios

Es fácil identificar cómo los medios moldean cada espacio de nuestro contexto social, político y artístico con contenidos que se encargan de objetivizar y fomentar la explotación de los cuerpos femeninos; son responsables de crear una configuración estereotipada de la mujer, que no es coherente con la realidad de muchas sociedades1. El sesgo mediático de lo que se escribe sobre hombres y mujeres; los papeles que hemos jugado dentro de la historia y cómo lo han documentado, así como la poca representación que existe actualmente, recaen principalmente en la niñez y adolescencia. Pero, ¿en qué momento las mujeres perdimos nuestro espacio de libertad dentro de los medios?

Día con día, las usuarias y los usuarios de internet pasan en promedio, seis horas con cuarenta y tres minutos frente a las pantallas de una computadora, celular o tablet. En México, hasta el 2019, la cantidad de personas que usaban este medio era de 80.6 millones; representa el 70.1% de la población y, según los resultados de la Encuesta Nacional de Consumo de Contenidos Audiovisuales 2016 realizada por el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) , 96% de los encuestados dijo tener al menos un televisor en casa.

Por lo que casi un total de la población en nuestro país tiene acceso a un medio de comunicación masiva. Los resultados de estas cifras equivalen a millones de personas consumiendo contenido misógino y sexista.

Vamos un poco hacia atrás.

La sexualización de las mujeres en la industria cinematográfica se tornó visible en medio de los años treintas: se produjeron películas de tinte educativo que abordaban el sexo, la prostitución, violencia, la homosexualidad, entre otros temas prohibidos.  Precisamente, que los programas abordaran temas prohibidos, hicieron que fueran un éxito. En esa misma década, el Código Haysi salió a la luz: se encargaba de regular lo que estaba permitido y no en los medios audiovisuales.

Durante los años sesentas, en algunos países de occidente, como México, Estados Unidos o Francia, gracias al surgimiento de grupos feministas que exigían liberarse de las viejas costumbres y que demandaban el poder sobre los derechos de su cuerpo, surgía la revolución sexual; esta revolución trajo consigo la liberación, el uso de la pastilla anticonceptiva y  sentó las bases para situar a la mujer en una una —supuesta— igualdad respecto a los hombres.

Desafortunadamente, la revolución sexual no dotó únicamente a las mujeres de libertad, también le llenó un costal de mandatos sociales: mientras en los medios exponían sus cuerpos desnudos, también les exigían seguir luciendo perfectas y recatadas ante la mirada masculina.

En los años setentas surge la normalización de la pornografía. Sí: ese género comenzó a producirse sin regulación alguna y tanto el exploitation en Estados Unidos (que no es un género precisamente, sino producciones de bajo costo), que narraba historias de sexo y violencia3; el pornochanchada en Brasil y el cine de ficheras en México (que retrataban historias absurdas o ridículas, sin una narrativa profunda y —casi— siempre con escenas con desnudos femeninos, de sexo explícito o el uso de lenguaje en doble sentido o albures) contribuyeron a ello4.  También se popularizó la revista Playboy gracias al contenido sexual permitido en sus páginas y el softporn que exhibían catálogos de lencería con fotografías de posiciones sugerentes como parte de una estrategia de marketing.

Cuerpos públicos.

A más de cincuenta años de la revolución sexual, los medios audiovisuales siguen ofreciendo en su haber una serie de contenidos en los que las mujeres son sexualizadas; esto provoca que las niñas reciban un mensaje erróneo de lo que son y su papel en la sociedad, así como la manera en la que se perciben. En los niños normaliza la idea de que deben tratar a las mujeres como objetos.

Todo lo que consumimos día a día, deja de lado los logros de las mujeres, así como sus cualidades;  la inteligencia queda en segundo plano y todo se reduce a la manera en la que lucimos.

¿Los medios nos toman en serio a las mujeres? No, a menos que puedan hacer un análisis de nuestro cuerpo y otorgarle una calificación o un valor. Se muestran negativos ante la imagen de las mujeres y generan presión social para que nos ajustemos a los ideales masculinos, por ejemplo:

  • “Paola Pliego, la sexy esgrimista mexicana que tiene una figura escultural.”
  • “Mide 170 centímetros y pesa 98 kilos, una portera #balonmano sin complejos en #Río2016”, seguido de emojis de papas fritas y hamburguesa.
  • “No llores como mujer lo que no supiste defender como hombre.”
  • “Lydia Valentín, un Hércules con maquillaje.”
  • “10 novias de futbolistas que hace que las derrotas no te sepan tan mal.”

Las revistas muestran modelos creadas por computadora; entre retoques, crean un ideal inalcanzable, tanto de rostro sin imperfecciones, abdomen plano, piernas libres de celulitis, pompas bien torneadas y pechos firmes. Lo cual es absurdo, pero, en la realidad, las mujeres somos discriminadas por no lucir como esas chicas de revista y distorsiona la idea de “cómo debemos vernos”.

La publicidad dota de status y poder a los hombres; siempre por encima de las mujeres, sometidas y reducidas a objetos; justo debajo de donde tienen su lugar, los automóviles o los relojes. Echen ojo a la publicidad sexista de Dolce & Gabbana,  cerveza Tecate, Old Spice, American Apparel y otras tantas más.

El cine, lamentablemente, no es la excepción: las mujeres aparecen en escena, sólo para adornar o ser víctimas de algún tipo de violencia por parte de los hombres. En 1962, se estrenó la película Eegah —considerado el peor filme realizado en Estados Unidos, según Roger Bartra— que narra una historia grotesca del mito del hombre salvaje; hombre que rapta e intenta abusar de su coprotagonista en más de una ocasiónii; en Iron Man 2 (Jon Favreau, 2010) en la que el protagonista sale a cuadro sobre un escenario rodeado de mujeres jóvenes en ropa interior que bailan y sonríen al son de Robert Downey Jr; o en El lobo de Wall Street (Martin Scorsese, 2013) el desagradable y momento en el que el personaje interpretado por Jonah Hill se masturba viendo a la actriz, Margot Robbie y otras mujeres más a su alrededor; una escena impactante emocional y mentalmente en el filme Irreversible (Gaspar Noé, 2003), en el que muestran a la protagonista, con el papel a cargo de Monica Bellucci, vivir una escena de abuso sexual; es tan explícita que, cuando se estrenó, muchas personas abandonaron la sala de cine.

El rol del personaje sexy badass aparece en películas que, sí, son protagonizadas por mujeres y son quienes cumplen la misión, pero sus cuerpos siguen apareciendo como objeto sexual y como target principal a destacar, más allá de los dotes histriónicos. Claro ejemplo, Black Widow, interpretada por la actriz, Scarlett Johansson; Lara Croft, quien personificó Angelina Jolie o Catwoman, de Anne Hathaway.

Seguramente quienes encabezaron los movimiento feministas surgidos a mitad del siglo XX, no esperaban que la revolución sexual se tratase únicamente de exhibir y de hacer de carácter público el cuerpo de las mujeres. La sociedad sigue viendo a las mujeres como un par de pechos o trasero andantes porque siguen reafirmando la idea de que el valor que tenemos, está en la talla de la ropa o de lo hermosas que tenemos que lucir al despertar.

¿De qué manera podemos recuperar nuestra libertad? Debemos hacer lugar en los medios, a través del arte, la literatura, y la publicidad desde una perspectiva de género, que nos permita tener todo tipo de representación en el contenido que consumimos. Escribamos, dirijamos y produzcamos películas que destaquen las cualidades e inteligencia de las mujeres y que nunca más, la copa del sostén, sea un requisito para ser reconocidas en la sociedad.

*****

 

 

Referencias:

1.Violencia de género y publicidad sexista (Revista latinoamericana de comunicación, 2005, pp.50)

2. Encuesta Nacional de Consumo de Contenidos Audiovisuales 2016 (Instituto Federal de Telecomunicaciones, 2016)

3. Exploiting Exploitation Cinema: an Introduction (David Roche, 2016)

4. Los orígenes del cine de ficheras (Revista Algarabía, 2016)

i. A code to govern the making of motion and talking pictures (Motion picture producers and distributors of America, Inc., 1943)

 

 ii. Los salvajes en el cine (Roger Bartra, 2018, p.p 32)

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