María José Gutiérrez reflexiona en torno a los feminicidios en un texto que oscila entre la prosa poética y el reclamo crítico; ninguna medida, ningún recurso literario o científico es suficiente para comprender.
En público
Significa y resignifica muchas cosas, oportunidades perdidas, caminos de vida, confirma el miedo; dice algo sobre el Estado de derecho y su calidad humana, quizá resignifica la justicia o parece desaparecerla; revela realidades que se quieren ocultas: un feminicidio.
Un feminicidio significa que la decisión de tomar la vida de la víctima está relacionada con su condición de mujer. Las razones de género se manifiestan en acciones que develan quizá lo más horrible del humano. Ella presentará signos de violencia sexual, mutilaciones o actos de necrofilia. El agresor posiblemente será alguien con quien haya existido una relación. Su cuerpo será exhibido en un lugar público.
Su cuerpo será exhibido en un lugar público.
Estas son algunas de las circunstancias que caracterizan a un feminicidio, no son todas ni se presentan siempre, pero cada una indica que nos piensan menos. Menos en valor, menos en dignidad, menos en vida. No logro entender, entonces qué nos piensan. ¿Qué vale tan poco, qué es tan despreciable? ¿Por qué tanto odio? ¿Es que sabes que no somos tuyas?
No me alcanza la teoría, no me alcanza el intelecto y sobre todo no me alcanza el corazón para entender la serie de actos determinados –y determinantes- que significan una línea de pensamientos, planeación e intención que, aunque parece bestial, pertenece al hombre, a este mundo. Diez casos al día que no paralizan; enmudecen, pero no detienen. Entumecen.
Entumece, pero no paraliza, quizá porque parece de otra realidad. Esa violencia solo no cabe en el mundo, es demasiado. Es la expresión más aberrante de la creencia de que no somos iguales: que existen todos por un lado, y por el otro, todas; que en ese otro lado el que estamos todas no es uno en el que vale pensar, no es como el suyo. No es interesante, no es importante. Existe para él, no por sí mismo. Es bello solo cuando él lo mira, es complejo cuando él lo hace; no es valioso, no es igual. Uno es suyo y otro es para él.
De esta manera, nuestra experiencia de vida se ve supeditada a las probabilidades de toparnos con la violencia. Nuestra experiencia de vida toma otro significado en espacios, en relaciones, en oportunidades. Cada día conocemos a diez nuevas, las conocemos porque alguien decidió detener su camino. No las conocemos por su risa, por sus ojos; sino por las acciones de alguien más. Y lo lamento.
En público sucede y en público se calla.
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