No se contratan niños sin manos

Volumen Nueve

Un breve texto de Francisco Tijerina que juega con la ficción y la prosa poética para entregarnos algo propio de estos tiempos pandémicos.

POR Francisco Tijerina
13 julio 2020

No se contratan niños sin manos

Sagan declaró que ahí estaba la prueba de que éramos sólo un grano de polvo suspendido en un rayo de luz del sol.

—Nona Fernández, Voyager

Abrir los ojos. Cerrarlos de nuevo. Entrever la luz tras las negras cortinas que evitan el despertar acelerado. Dibujar con las retinas en la seguridad de los párpados. Volver a abrir los ojos. Encontrarse en un espacio semi iluminado con vestigios de la labor y el descanso del ayer. Salir del dormitorio/oficina/centrodeconferencias/bar/restaurante/cine/gimnasio que es la habitación. Mirar al espejo y ver cómo el cuerpo cambia. Un día crece y otro se reduce, siempre en formas distintas. El encierro provoca y exige una mirada oblicua. Ahora se puede ver aquello que antes era ajeno, aunque sólo en apariencia. Regresar a la rutina del desgaste: despertar, comer, trabajar, fingir que se sigue trabajando, sentirse mal por dejar de trabajar, volver a trabajar, volver a comer, hablar brevemente a través de pixeles viajeros que se pagan con información que sabrá eldiosdelapreferenciadellector qué harán con ella, tratar de ejercitarse, volver a comer, tomar, relajarse, esperar a que ya mañana termine la pandemia y mantener una normalidad en espera de la nueva normalidad en la espera de que no sea tan distinta a la vieja normalidad porque qué difícil es cambiar. Abrir los ojos. Acercarse al tarjetero de la permanente obra negra y extraer una unidad de su contenido al azar: en nuestros buques no se contratan niños sin manos… Somos humanistas y publicamos ensayos humanistas, el prestigio de nuestra fábrica no está en juego. Pensar en la imposibilidad de ver una realidad alternativa. Sentir el peso del trabajo, del dinero, del cuidado, de la higiene, de los discursos que nos empujancontraelsuelosinocumplimosconsusmandatos. Cerrar los ojos. Soñar con un mañana distinto. Dibujar comunidades. Eliminar la búsqueda de niños con manos. Reconocer más allá de las terminaciones nerviosas que producen el tacto dactilar. Quitar poder al poder. Espaciar uno punto ocho mil doscientos ochenta y ocho metros entre las personas, entre las necesidades, entre los afectos. Leer en el espacio. Encontrar en el vacío. Escuchar en el silencio. No volver a abrir los ojos.

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