De pinta en el Pinto Bar

Volumen Dos

Para ti, ¿qué es lo que más buscas en un bar? Para el Colmillo, (al parecer) no busca mucho. Con que haya cerveza, comida y buen ambiente. Y justamente eso fue lo que encontró en el Pinto Bar, eso y más.

POR El Buen Colmillo
4 marzo 2019

De pinta en el Pinto Bar

“Dime a qué tipo de bar vas y te diré quién eres.”

¿Cuántos restaurants-bar existen en Monterrey? ¿Cuántas cantinas, tabernas, pubs o botaneros necesitamos para saciar nuestra demanda de lugares para ir a tomar cerveza? Los dos bares más grandes de la ciudad se llenan cada quince días cuando al equipo local le toca jugar en su cancha. Al ser una ciudad trabajadora e industrial, era necesario contar con lugares donde puedas descansar e irte a tomar una cerveza, y si hay buena comida, mejor.

Por eso te pregunto, ¿a qué tipo de bar vas? ¿Te gusta un lugar con muchas pantallas donde puedas disfrutar de cada deporte habido y por haber? ¿O quizás te gusta el elegante, el fresa, dónde vas para que te vean y la gente (crees) que va para verte a ti? Te gusta el bar con música en vivo, música fuerte, viejita, instrumental o de ambiente; con luz tenue, luces prendidas, apagadas, velas o de foco amarillo. La gente es mucha y la variedad de bares que ofrece la Ciudad, aún lo es más.

El fin pasado este Colmillo fue a uno que solo ofrecía ser eso: ser un bar. No más, no menos. Y esa creo que es la mejor cualidad que un bar puede tener. Es sin lugar a dudas el bar más bar que he ido en San Pedro y es maravilloso. Se llama Pinto Bar y está ubicado en avenida Roble, en Torre Alta, esquina con Gómez Morín.

Es espectacular. ¿Quieres tomarte unas cervezas con tus amigos?, ve ahí. ¿Quieres irte a relajar después del trabajo?, ve ahí. ¿Quieres invitar a tu pareja para echar unos tragos?, ve ahí. En fin, ¿quieres ir a un bar?, ve ahí.

Y así pasó, éramos varias parejas y queríamos una mesa en el Pinto; nadie había ido. Un local pequeño, un poco oscuro, con una terraza agradable que da hacia Gómez Morín. Reservamos la mesa para las ocho de la noche (no te lo permiten más tarde) y obviamente no llegamos a tiempo. Su política de diez minutos de tolerancia nos quitó la oportunidad de disfrutar de la terraza, pero no nos dejaron huir: los meseros nos echaron la mano y nos arrinconaron en un par de mesas al fondo del apretado –pero acogedor– recinto.

Para empezar, este lugar ofrece una variedad de cervezas extranjeras increíble, desde la exótica japonesa hasta la gringa artesanal. Nosotros, sin fallarle (de aburridos) nos pedimos una jarra de Heineken; «porque es de barril», nos justificamos.

El ambiente del lugar te hace sentir en “casa”; estas en tú bar. Te hace creer que llevas yendo años ahí y que los meseros ya son de tu confianza –sí lo son–. Y la música, ni se diga, volumen ideal para platicar, pero nunca tan bajo como para dejar un silencio incomodo; rock clásico o pop alternativo, escuche un poco de Zeppelin por ahí y también oí algo de Coldplay. Hay para todos.

Después de abrir la garganta con tres (o cuatro) jarras de cerveza y varios tragos preparados con mezcal, whiskey o tequila, le pedimos a nuestro mesero algo de comer. «No pueden salir de aquí sin probar los papas y la hamburguesa aplastada», nos recomendó. «No se diga más», lo pensé, y convencí a todos los demás de pedir lo mismo.

Como Torre de Babel, nos trajeron un acumulado de Papas Pinto, una edificación bíblica, que causó que nadie hablara hasta que se acabara. Y entonces, como en la Babel del Génesis, se confundieron las lenguas: nadie entendía nada de lo que decían los otros (a lo mejor porque no hablaban sino solo emitían ruidos con su boca llena que crujía las papas). Delgadas, tostadas, saladas y grasosas al punto. Nos acabamos dos órdenes en cuestión de minutos. Las papas vienen con un toque justo de queso parmesano; las acompañan un aderezo tan bueno que tuvimos que pedir otro.

Después de esa entrada vinieron las hamburguesas aplastadas con queso y cebolla. Nadie se esperaba lo que estábamos a punto de saborear; la hamburguesa –como el bar– es demasiado sencilla pero su sabor, su sazón y su simpleza hacen que te enamores. Como su nombre lo dice, la carne esta aplastada (y su pan también), el queso y la cebolla se unen al pan y se fusionan con la res para darle un sabor jugoso y caliente. No tienes que echarle cátsup, no tienes que echarle sal; solo tiene que acompañarla con el chile serrano bañado en limón y cacahuate para que aumente, aún más, su sabor. Una mordida a la hamburguesa, una al chile y un trago de cerveza.

Nadie podía creer que estaba probando la mejor hamburguesa de la ciudad en un bar arrinconado en un edificio sobre Gómez Morín. El Pinto nos dejó a todos fascinados y extasiados, pedimos más cerveza, más tragos y la pasamos bien.

Al fin y al cabo, este bar es solo un bar, pero no necesitas más. Teniendo un buen lugar para tomar cerveza con tus amigos y acompañarlo con una excelente comida es todo lo que necesitas en esta vida; o bien, eso es lo que este bar te hace creer, y me encanta.

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