¿No tienes planeado tu viernes por la noche? Revisa el itinerario perfecto (¿o no?) del Bueno Colmillo para pasearte por los bares del Centrito Valle y su vida nocturna.
Bar-paseando el Centrito
Salir los viernes en la noche es más complicado. Por eso todo mundo ama los sábados: la gente sale a comer (o a crudear) para después conectarla; y te reúnes más temprano para terminar más tarde. En cambio, los viernes en la noche son más incómodos; empiezan más tarde, estás más cansado, estresado, y por lo regular, aguantas menos. Aun así, en un viernes por la noche, con un par de amigos, decidí bar-pasear (bar hopping) por el Centrito Valle.
Ideamos la ruta a la perfección. Contemplamos diferentes bares que se encuentran por la zona y evaluamos la logística del movimiento y las distancias tomando a consideración los inminentes obstáculos que surgen cuando empiezas a beber en viernes. Pero si de beber se trata, el ingenio mexicano sale a relucir. Nuestro itinerario de la noche: Rio Mississippi 105-B, Análogo, Maverick, Gypsy, Aguafría y Mapache, «obvio alcanzamos todos estos, ¿no?», pensé; (bendita ignorancia aquella).
Con reservación a las diez de la noche, decidimos sentarnos en la periquera que está al fondo del Mississippi; esa que está debajo de la cabeza de cebra con un collar de neón. Como los novatos que éramos, pecamos en la primera decisión: compramos una botella. Según nosotros, esa decisión fue justificada, ya que dentro del bar existe una fantástica (pero peligrosa) promoción en la que al comprar una botella de mezcal te ofrecen dos tipos de mezclas para preparar tu trago. Escogimos el Jamaica Fizz y el Serrano Mezcalita; el primero, muy dulce pero fresco y resbaloso para la garganta; el segundo, bue-ní-si-mo, uno de los mejores pistos de la noche. La combinación del chile serrano (sí, se llama así porque sí tiene serrano) con el sirope de cilantro y mezcal crean una confusa fusión que termina en un muy agradable sorbo. No te arrepientes.
Pero, aun así, fue un error. Recuerden la regla número uno de bar hopping: un trago/vaso/cheve por local.
Nos la pasamos una hora y media peleándonos (y amándonos) con aquella botella de mezcal El Tinieblo y, de pronto, se agotó; llegaba la hora de partir. Sabíamos que el Análogo estaba en el segundo piso del mismo local. Así que pagamos y nos retiramos usando las mismas escaleras internas del bar. Arribando al lugar, escuchamos la peor frase que puedes oír mientras estás de bar-paseo, «aquí hay consumo mínimo». Por lo cual, (coff, coff, @profeco), decidimos retirarnos del lugar.
Próxima parada, el Maverick. Este lugar es increíble, tiene esa vibra de antaño, como bar de la vieja escuela, de la época de la Prohibición; donde te toparías a Jay Gatsby (antes de ser Jay Gatsby) en una cita con Frida Kahlo. Definitivamente, uno de mis lugares favoritos de Monterrey para ir por unos tragos, más aún con tu pareja. Excelente servicio, cómodas mesas, buena barra y un ambiente relajado que hace que te quieras quedar ahí toda la noche. Lamentablemente, no había música en vivo, pero normalmente hay sesiones de jazz, blues y rock alternativo. Chéquenlo cuando tengan la oportunidad.
Ahora sí, como traíamos vuelo con el mezcal, decidimos continuar con la receta. Pedimos el Rubí Montenegro y el Tiki Tejuino. El primero, el mejor: mezcal, whisky, arándano, manzana y albahaca, y como dice el propio menú, una fuerte personalidad. Es de esos vasos que jamás te quieres terminar; con cada trago mejora su sabor. El Tiki: mezcal y tepache adicionado con jarabe de especias y Old Fashion bitters, también muy bueno; pero, de ambos, el Rubí es al que tienen que probar.
Pagamos la cuenta y continuamos con el itinerario. Subimos al Gypsy, que se encuentra en la terraza del Maverick. Qué lugar tan más suave y psicodélico, la terraza está como para reunirte con tus amigos si lo único que quieres es platicar y tomar. Igual que abajo, excelente servicio, la mesera nos recomendó tragos dependiendo de nuestras exigencias y nos regaló vasos con agua (detallazo).
Decidimos cambiar de veneno y escogimos el gin. Algo que aprendí esa noche es que la ginebra es muy celosa, no le gusta que te hayas besuqueado con otros alcoholes; y vaya que se enojó. Probé el Drunk Bird con Aperol, Tanqueray Gin, un toque de vermouth bianco, un shrub de piña y soda; refrescante y fácil de tomar; muy fácil.
Después de varios tragos del Drunk Bird, nos quedamos disfrutando de la agradable terraza que nos comparte el Gypsy para pasar el rato. Estábamos emocionados con las bebidas y el ambiente. Mis amigos estaban bailando una pésima demostración de vals en sincronía de la música psycho-techno, mientras le daba otro sorbo al casi agotado Drunk Bird. Ya habíamos agarrado bastante vuelo.
Después de terminarnos nuestros tragos, lamentablemente, también nos habíamos tomado nuestro tiempo: eran las dos de la mañana y nuestras próximas paradas estaban cerrando. Sin embargo, prometo eficientizar la ruta, sacrificando –con gozo– mi hígado por todos ustedes. Pero también, los invito a descubrir por ustedes mismos estas joyitas del Centrito.
He visto tanto Netflix que creo que mis ojos están dejando de servir
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